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Me gusta mamar gallo, pero cuidado con los chistes fáciles

Para hacer humor se requiere inteligencia, creatividad y agudeza, pero, sobre todo, tener claro que no se trata de dañar al otro. Reflexión sobre denuncia contra Camilo Sánchez y Camilo Pardo por chistes sobre joven que murió atropellada en Medellín.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: cortesía

Me gusta hacer chistes. Como diríamos en la costa caribe colombiana: me gusta “mamar gallo”. Creo que siempre es necesario reírse de la realidad para poder aceptarla y transformarla. En mis conferencias me gusta hacer apuntes humorísticos que permitan que haya un ambiente propicio para el aprendizaje. Creo que el humor tiene una función motivadora, pero también me he cuestionado siempre acerca de los límites de este.

No son pocas las veces en las que tengo la tentación de caer en el chiste fácil que puede golpear a las personas en su autoestima, porque termina siendo una burla de alguna de sus características físicas o comportamientos, o también se puede caer en la vulgaridad y el doble sentido que normalmente es una acción pueril.

Por eso, cuando ayer leía sobre unos comediantes que podrían ser demandados por uno de sus chistes, en el cual presuntamente se habrían burlado de la muerte de una persona, entendí que, sin caer en la hipocresía de lo políticamente correcto, sí es necesario que reflexionemos como sociedad sobre la manera en la que hacemos humor; tanto los que lo hacen profesionalmente, como los que lo hacemos en la vida cotidiana.

Según José María Perceval, doctor en Ciencias Sociales y Ciencias de la Comunicación, existen cuatro límites para el humor: el primero es la ley, es decir, no se pueden cometer delitos en nombre de este, porque se tendrán que asumir las consecuencias de ello.

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Luego está la moral, que nos recuerda que es importante tener presente los valores y las opciones morales que gobiernan los propios actos. En tercer lugar, el reconocimiento de los grupos sociales, lo que implica que hay que tener cuidado para no discriminar y maltratar a las minorías, ni a nadie; y claro, por último, están los límites que cada uno se pone, ya que hay personas que dicen “de estos temas no hago chistes”, por ejemplo.

Para hacer humor se requiere inteligencia, creatividad y agudeza, pero, sobre todo, tener claro que no se trata de dañar al otro. Para hacer un chiste, una sátira o una ironía, se requiere más que recurrir a lo obvio.

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