A veces olvidamos que vivimos en un país que tiene voz, esto es: uno que tiene tres cordilleras y al que el Amazonas le sonríe; un país con grandes ríos como el Magdalena y el Cauca; a veces nos cerramos a ver nuestra riqueza, olvidamos nuestra biodiversidad y también tantas bellezas que la naturaleza nos ha dado, y con mucha frecuencia no recordamos las capacidades y los talentos que tienen las personas que forman esta nación. Nos hemos comprado una narrativa que nos invita a denigrar y a hablar mal de nuestro territorio.
Es cierto que tenemos fallas estructurales, que aún hay mucho por mejorar y cambiar, pero no lo vamos a lograr si no somos capaces de reconocer lo valioso que somos, por eso sentí alegría y emoción cuando leí la lista de Forbes que mencionaba a los países más lindos del mundo, y colocaba a Colombia en el tercer lugar, resaltando las maravillas naturales que hay aquí: nuestras playas, nuestros paisajes y todos los recursos naturales.
No se trata de ser ingenuos o triunfalistas, ni simplemente ver las cosas buenas que tenemos, pero tampoco se trata de llenarnos el corazón de odio y de expulsar por nuestra boca constantes afirmaciones que lo único que hacen es impedirnos seguir adelante. Me sorprendió mucho leer en redes sociales a personas que se negaban a la idea de que de verdad Colombia pudiera estar en ese listado, sacando a relucir todas las deficiencias de nuestro país, sin entender que este se refería a la riqueza y a la belleza que nuestros ojos tienen la posibilidad de ver todos los días en los cerros, en los llanos o en las playas.
Sí, tengo claro que este tipo de listados pueden ser una anécdota más, pero también pueden ser una oportunidad para que nosotros valoremos y amemos nuestro país, y desde allí, nos comprometamos a dar lo mejor. Nuestra nación no será mejor si nosotros como seres humanos, como seres individuales, no somos los mejores; a veces le pedimos a los demás lo que nosotros no estamos dispuestos a dar
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