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¿Por qué los colombianos desconfiamos tanto de las instituciones?

Lo más obvio es que tenemos que ser más creíbles como sujetos y como instituciones, lo cual no es posible si no somos capaces de transformar algunas prácticas diarias como el saltarnos las normas, buscar atajos para resolver los problemas, discriminar al otro porque creemos que lo único que importa es nuestro interés.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: Instagram @PLinero

Me impresionó leer apartes del informe dl Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD) “Percepciones y bienestar subjetivo en Colombia: más allá de los indicadores tradicionales” y encontrar que para el equipo investigador la desconfianza entre las personas y las instituciones es la raíz de la desigualdad en Colombia.

Entiendo la confianza como esa certeza de que la otra persona no me hará daño de manera deliberada y en el caso de las instituciones creer que ellas van a cumplir a cabalidad su función u oficio por lo que podré esperar de ellas siempre justicia, eficiencia, responsabilidad.

El informe dice: “Se desconfía de instituciones distintas a la familia, así como del Gobierno, los políticos, la justicia y la eficacia de los servicios sociales. La desconfianza está en el centro del círculo vicioso entre altas desigualdades y baja productividad”. ¿Qué hacer? Lo más obvio es que tenemos que ser más creíbles como sujetos y como instituciones, lo cual no es posible si no somos capaces de transformar algunas prácticas diarias como el saltarnos las normas, buscar atajos para resolver los problemas, discriminar al otro porque creemos que lo único que importa es nuestro interés.

Creo que se requiere una pedagogía para el desarrollo de las habilidades éticas. Entender que no hacemos las cosas correctamente porque otro lo diga, por alguna razón metafisica sino porque me conviene a mí como persona y a la sociedad.

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Es necesario que revisemos la manera como estamos enseñando ética, porque los discursos que hacemos al respecto son coherentes, lógicos y hasta hermosos pero no mueven realmente las actitudes cotidianas de las personas.

Se requiere entender que la ética exige más un entrenamiento que una simple apropiación cognitiva unos conceptos. Si queremos recuperar la confianza tendremos que comenzar por ser confiables, por cumplir las promesas, por actuar desde las virtudes y valores que tanto exponemos, ser solidarios, cumplir la ley y cuidar a los otros con los que compartimos la vida. Somos los humanos individualmente los que formamos las instituciones y somos nosotros los que estamos llamados a hacerlas respetables, cumplidoras de su deber y defensoras de la buena vida.

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