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Reflexión de Alberto Linero en jornada de espiritualidad y salud mental en Leticia y Puerto Nariño

Desde el respeto por su cosmovisión, sus características culturales y sociales, se trataba de hacerles saber que se requiere partir de la propia verdad para proyectarse en la vida, que no están solos y que a su lado siempre hay personas que pueden ayudarlos, que siempre tienen más cosas buenas que malas en su vida.

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Alberto Linero
Foto: Blu Radio

Siento que soy un peso para mis padres, no hay recursos en casa para seguir adelante… me dice una adolescente mientras me mira con ojos encharcados de tristeza, cuenta Alberto Linero.

Así pude escuchar a varios jóvenes más en esta jornada de Espiritualidad y Salud Mental en Leticia y Puerto Nariño, en la que nos reunimos como más de 200 jóvenes para escucharlos, reflexionar con ellos y proponer algunas herramientas desde la espiritualidad que puedan usar buscando el equilibrio para tener salud mental. Recordemos que según la Organización Mundial de la Salud “uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años padece algún trastorno mental, un tipo de trastorno que supone el 13% de la carga mundial de morbilidad en ese grupo etario”.

Desde el respeto por su cosmovisión, sus características culturales y sociales, se trataba de hacerles saber que se requiere partir de la propia verdad para proyectarse en la vida, que no están solos y que a su lado siempre hay personas que pueden ayudarlos, que siempre tienen más cosas buenas que malas en su vida. No es fácil lo que ellos viven porque hay otros factores que influyen mucho en la manera como afrontan la vida: drogadicción, falta de oportunidades reales, violencia intrafamiliar, etc. Por eso también hubo momentos para hablar con los adultos tutores de estos jóvenes, para tratar de dejar claro que la relación no se puede dar desde el juicio o la descalificación, no es cierto que sean una generación de cristal, sino que simplemente tienen otras características y que como amor hay que responder a ellas.

Explicitar el amor en palabras y actos, escuchar con atención, proponerles maneras de resolver el problema en el que no se les deja solo pero tampoco se les inhabilita en su ser, darles ejemplo de que la vida, a pesar de las dificultades y adversidades, tiene mucho sentido y podemos salir adelante.

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Al regreso, más allá del impacto de ese verde, todos los colores, de los frutos propios que no conocemos, de la amabilidad, quedó la satisfacción de intentar agregar valor en esta dura situación que viven. Gracias a Alcy y a Beto que fueron los talleristas en esta intervención y a Cafamaz que nos invitó.

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