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Si seguimos pensando en que somos los dueños de la verdad, seguro no podremos vivir felices

Entiendo que, en una sociedad acostumbrada al insulto, al desprecio del otro y a la violencia, este tipo de procesos no se asuman, ni se entiendan de manera responsable y serena.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: cortesía

Ayer el ministro de Educación, el doctor Alejandro Gaviria,usó una palabra clave para la sana convivencia en todo tipo de relaciones: Deliberación. En una búsqueda rápida en el diccionario, encontramos que se define como: “reflexionar antes de tomar una decisión, considerando detenidamente los pros y los contras, o los motivos por los que se toma”. En términos políticos se entiende como el proceso anterior a una decisión, en el que los ciudadanos exponen sus argumentos y perspectivas en un diálogo crítico tratando de encontrar cuál es la mejor elección posible.

Entiendo que, en una sociedad acostumbrada al insulto, al desprecio del otro y a la violencia, este tipo de procesos no se asuman, ni se entiendan de manera responsable y serena. Por eso creo que vale la pena insistir en la necesidad de recordar que sin ese dialogo argumentativo, se pierde la posibilidad de entendernos y de resolver los complejos problemas que vivimos a diario como individuos y sociedad.

Pero ¿cómo lograrlo? Pienso que hay unos requisitos claros en las características de la acción comunicativa de Habermas que J. Feliz Ángulo presenta en estos términos: Comunicar (lingüísticamente) algo implica, por lo tanto, que los sujetos enuncien claramente sus ideas, que el contenido de las mismas no sea falso o erróneo, que la intención que mueva a ambos sea sincera, y que la relación asegure, al menos, el derecho de cada hablante a comunicarse.” cierro cita.

Tendríamos que cuestionarnos constantemente si esas exigencias se cumplen en nuestras comunicaciones cotidianas y en las que por estos días se tienen en los ejercicios políticos. Menos amenazas, chantajes, violencias y desprecios del otro. Mientras creamos que se trata de imponer nuestras ideas, no podremos construir el consenso que es el objetivo real de un ejercicio comunicativo.

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Esto implica escuchar al otro con apertura, atención, acogida, analizar bien la coherencia, pertinencia y veracidad del argumento; generar lazos de confianza y, sobre todo, querer resolver las situaciones y no simplemente ganar. Si seguimos pensando en que somos los dueños de la verdad y que el otro solo tiene que someterse a lo que creemos, seguro no podremos vivir felices como todos lo queremos.

Escuche a Alberto Linero:

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