Jesús, al concluir el Sermón del Monte, nos deja una enseñanza poderosa: no basta con oír la palabra, es necesario ponerla en práctica. En Mateo 7:24–27 compara a quien escucha y obedece con un hombre prudente que edifica su casa sobre la roca, su vida resiste las tormentas porque está cimentada en Cristo, la Roca firme.
En cambio, quien solo oye y no actúa, construye sobre arena, y al primer viento fuerte su vida colapsa. Esta parábola nos invita a examinar qué fundamentos estamos usando para construir nuestro presente y nuestro futuro.
Hoy muchos edifican sus decisiones sobre emociones, profecías manipuladas, deseos personales o sueños que no han sido consultados con Dios. Es fácil dejarse llevar por el entusiasmo de lo que "nos gusta" o por lo que otros nos dicen que Dios dijo, pero el verdadero discernimiento está en acudir directamente a la palabra y al Espíritu Santo.
Como enseña 1 Corintios 3:11, "Nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, que es Jesucristo”. Por eso, nuestra vida debe estar basada en su verdad, no en lo que sentimos o en promesas ajenas.
Una vida sólida no se construye desde la apariencia ni desde las ilusiones del mundo. Se edifica sobre una relación genuina con Dios, guiada por su voluntad, confirmada por su palabra y fortalecida por la fe.
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