Las imágenes del lodo embadurnado en los rostros, la desazón por el desastre consumado, el llanto incontrolable o la pérdida de decenas de vidas en Mocoa, traen a la memoria de Marta Mejía recuerdos de una tragedia que vivió en carne propia: la avalancha de Salgar, la cual arrasó con su paso unas 300 viviendas y acabó con la vida de 104 personas en el corregimiento, Las Margaritas.
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Casi dos años después de la avalancha, con la conmoción y la estremezón que le causa el dolor que se vive en Putumayo, Marta Mejía no oculta su temor a las lluvias, al zumbar de los vientos fuertes y a la velocidad como corren las aguas de la Liboriana.
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Dedicada a su trabajo en el hospital San José de Salgar, la crianza de sus dos hijos y la vida en una nueva casa que le dieron los políticos del suroeste, dice que la vida se lleva más tranquila, pero que el dolor, se quedará para siempre.