En 1957 a Gustavo Arteaga le llegó el rumor de que el café Málaga ubicado entre Maturín y Abejorral, donde hoy está el parque San Antonio, sería vendido. Encontró la mejor oportunidad para emprender su propio negocio y poner a sonar los discos de 70 revoluciones que coleccionaba junto con su abuelo.
El último fin de semana de septiembre de ese año abrió sus puertas el tradicional Salón Málaga. César Arteaga, hijo Gustavo, recuerda la primera canción que sonó en su rocola
“El 30 de septiembre de 1957 Gustavo Arteaga abrió el Málaga a las 10:00 de la mañana y el primer tema que sonó fue uno de Briceño y Añez que se llamaba ‘Sueño y dicha’. El sueño de tener el negocio que quería y la dicha de estarlo gozando todavía”.
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A partir de ese momento, el Málaga comenzó un romance con los amantes de la música y los recuerdos. Más de 800 cuadros cuentan la historia de una ciudad que creció a ritmo de tango, boleros, porros y cumbia, la misma que suena en las siete rocolas cada vez que alguien echa una moneda de $200.
Gabriel Atehortúa visita y disfruta del Salón Málaga hace 30 años. Allí, toma cerveza con sus amigos después del trabajo. Dice que le gusta todo, desde la música hasta la atención de las meseras y confiesa que sin visitar este lugar, sus tardes de sábado no serían iguales.
En marzo de 2016 la ciudad temió lo peor tras un fuerte incendio en una bodega aledaña, pero nada pasó. Sin embargo, César Arteaga relata que la construcción del metro y el narcotráfico casi acaban con el Málaga.
“Hubo una matazón en un negocio que se llamaba ‘Oporto’ en el Poblado y regaron la ciudad con panfletos que decían que la gente que estuviera en este tipo de espacios después de las 5:00 de la tarde los iban a matar. Entonces la gente salía corriendo del trabajo para la casa y este lugar era totalmente solo”, narra.
Ahora el Salón Málaga es ese espacio donde el tiempo parece no correr en Medellín. Allí llegan jóvenes y los más viejos, curiosos, expertos cantantes y bailarines de tango, porro y músicas colombianas.
El Málaga, sesenta años después, sigue siendo la memoria viva de una ciudad que se aferra a los recuerdos y al amor.
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