Habitantes en Santo Tomás se flagelan ofreciendo como ‘manda’ el dolor de su cuerpo
En medio de un ritual, cada flagelante barranquillero lleva consigo a un cortador, encargado de hacerle con una cuchilla 7 heridas en la espalda.
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Este Viernes Santo, en el municipio de Santo Tomás, a solo 20 kilómetros de Barranquilla, alrededor de 30 hombres y mujeres se flagelan en medio de un ritual de fe y de necesidad de una cura o milagro, ofreciendo como ‘manda’ el dolor de su cuerpo. En Colombia esta es la única población que realiza esta práctica medieval.
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Con una temperatura que supera los 32 grados, Cesar Eliécer Bocanegra salió por primera vez al recorrido 2 kilómetros y medio azotando su espalda con una ‘disciplina’, especie de látigo que termina en siete bolas de parafina. Tomasa Barrera, su esposa, dice que ofreció la manda por la salud de ella.
“Él dice que está pagando es ‘manda’ para ver si yo dejo de enfermarme. En el momento sufro de apretazón, pero también tenía un problema cardiaco y todo eso se me ha solucionado gracias a Dios”, dice Barrera.
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La procesión de los flagelantes inició hace 155 años en Santo Tomás, Atlántico. Desde bien temprano hombres y mujeres salieron desde el caño de las palomas, una trocha de arena que hace más difícil el recorrido descalzo, hasta llegar a la avenida calle de la ciénaga o sector de la amargura. Como si no fuera suficiente con los azotes en la espalda, cada flagelante lleva consigo a un cortador, encargado de hacerle con una cuchilla 7 heridas en la espalda.
Vieris David Carrillo, de 22 años, quien paga una penitencia por la salud de su padre, dice que el dolor es muy elevado, “esto es feo, pero uno tiene que seguir adelante. En una calificación del 1 al 10 yo le pongo 11. El dolor va pasando en unos ocho días”, aseguró.
El recorrido lo hacen con el rostro cubierto por un velo, dando siete pasos adelante y siete hacia atrás. Hacen además estación en siete cruces donde arrodillados rezan un credo por su promesa o el milagro que desean recibir.
Pero a esta práctica también se han sumado los nazarenos, personas hacen el mismo recorrido cargando una pesada cruz. Yanet Pérez Montero, a sus 61 años, ya ha pagado dos mandas, una por su madre y otra por una hija.
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“Yo terminé la primera manda por mi mamá. A ella los médicos la dieron por muerta. Yo me arrodillé y le pedía a mi señor de Nazaret para que mi mamá se parara de ahí. Mi mamá se levantó cuando ya los médicos la daban por muerta”, dice con convencimiento y mucha fe.
La impactante procesión congrega no solo a personas del departamento del Atlántico sino de todo el país y estratos sociales.