El cruel relato de asesino en serie colombiano de cómo atacaba a sus víctimas
Fue conocido como "el terror de Risaralda" y se aprovechaba de la bondad de las personas ganándose la confianza para luego quitarles la vida, solamente "por diversión".
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Durante meses, Santa Rosa de Cabal, Risaralda, vivió un infierno y un terror constante en especial para la población de los adultos mayores, quienes fueron las víctimas favoritas de Juan Carlos Villa Cardona, un asesino serial que azotó en toda la región del Eje cafetero y que, posteriormente, confesó haber sido el artífice de la muerte de 11 personas.
El rango de edad que atacaba era entre los 60 y 80 años, pero entre sus víctimas se registró un menor de edad y sus asesinatos comenzaron en marzo de 2012, un año después volvió atacar y así por años hasta en 2023 cometió otros 4 y, finalmente, fue capturado por las autoridades, que lo enviaron a prisión y allí permanece desde entonces.
En Más Allá del Silencio Podcast, Villa confesó la manera en que llegaba a sus víctimas y cómo las elegia, además de las crueles razones que tenía para atacar a personas desconocidas de una manera poco convencional: haciéndose pasar una persona con problemas de salud y una condición de sordomudo para que le dieran cobijo y le ayudaran, hasta que les terminaba quitando la vida.
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“La hoja decía estas palabras: ‘Señora y señores, soy sordomudo debido a un derrame que me dio siendo muy niño. Estoy pidiendo una libra de arroz o una panela para alimentar a mi sagrada madre que sufre cáncer de piel’. Debido a esto, yo podía el operar de entrar donde mis víctimas fueran ancianos, fueran policías, donde fuera, yo entraba (…) Yo le daba un papel y usted se iba a quedar leyendo y yo me quedaba mirando, analizándolo cómo era su masa muscular y cómo respiraba y cómo reaccionaba al papel”, relató Juan Carlos Villa Cardona.
En su historia, Villa recordó que aprendió lenguaje de sordomudos y se entrenó 20 años atrás en clases en un internado, allí, conoció sobre este mundo y lo utilizó luego para sus cosas. Atacó en el Eje cafetero y en parte del Valle del Cauca, pero fue traicionado por sus hermanos y le echaron la culpa de todos los crímenes que hicieron juntos para dejarlo a él como un hermano: “No me arrepiento de nada, solo en confiar en ellos”.
En su cruel relato contó que se volvió experto en la anatomía humana para saber los puntos débiles de los seres humanos para sus ataques y los atacaba con el objetivo, o de que murieran o quedaran sin razones para caminar nuevamente. Pero nunca atacó a nadie de su familia porque “le tiene miedo a Dios”.
Pero dijo que asesinó a muchas personas en toda la zona, pero que nunca dirá cuáles hasta que las autoridades tengan las pruebas, por ahora, solo responderá por los nombres que aparecen en la lista de víctimas.
“Yo creo mucho en Jesucristo, a él solo le tengo miedo y a nadie más. No lo tengo miedo a nadie y así maté a toda esa gente, nunca me arrepentí de nada. Yo no le pedía a nadie al diabl*, siempre a Dios y siempre me los entregó. Y si me arrodillo y le pido con fe sé que me lo da porque lo merece”, añadió.
En parte lo hacía “por diversión” y como “supervivencia”, pues quería “lo mejor para su hijo”. Elegía a las personas con el objetivo de robarlos, pero para que nadie supiera su modus operandi se dedicaba a quitares la vida a cada una de las personas que se cruzaba, o porque simplemente sentía que era justo y “Dios le mostraba quién era el siguiente”.