Ajustar las velas en mitad del océano: la maniobra del ARC Gloria para domar el viento
En aguas abiertas, cadetes y tripulación del buque insignia de Colombia ejecutaron una compleja maniobra de braseo para aprovechar un cambio súbito del viento.
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"No puedes controlar el viento, pero sí puedes ajustar las velas", con esa premisa se vivió en alta mar una de las maniobras más exigentes del Buque Escuela ARC Gloria: brasear el palo trinquete para enfrentar un viento que había cambiado de rumbo sin previo aviso. En mitad del océano, sin nada alrededor excepto el azul infinito, la tripulación se preparó para actuar con disciplina y temple.
El capitán de corbeta John Jairo Correa, jefe del departamento de cubierta, explicó que todo comenzó cuando el viento “roló”, dejando de entrar por la popa y golpeando ahora entre “la aleta y el través”. Desde ese momento, la nave ya no tenía la misma respuesta de las velas, por lo que la decisión fue inmediata. “Se tomó la decisión de brasear el palo trinquete. Brasear consiste en mover las vergas hacia un costado, se brasearon cuatro cuartos al costado de estribor”, detalla.
La maniobra no terminó ahí. Para que el ARC Gloria pudiera aprovechar cada nudo del viento, también se ordenó dar el stayle de gavia, una de las velas cuchillas que une el trinquete con el mayor. “Con el fin de aprovechar el viento que teníamos por el costado”, añade Correa, consciente de que el buque debía adaptarse o perdería potencia.
En términos más simples, explica el capitán, “movimos las velas, las cazamos, las cobramos un poco para que aportaran mejor”. La intención era que ese viento lateral impulsara la nave como si llegara por detrás. “Sí, exactamente”, dice Correa al confirmar que un ajuste así puede hacer que el buque tome más velocidad y responda mejor en la navegación.
Pero detrás de la técnica está la esencia de la formación marinera. Porque en el Gloria no se trata solo de ejecutar órdenes: se trata de formar oficiales que comprendan el mar. En esa línea, los cadetes tuvieron un papel decisivo. “Tienen que poner en práctica lo que han aprendido, se les pregunta qué sugieren o cómo harían la maniobra”, cuenta el capitán. Bajo supervisión, fueron ellos quienes tomaron la iniciativa: soltaron maniobras, cobraron cabos y orientaron las velas hacia el costado correcto.
La tarea más desafiante vino después: recoger el aparejo en el mayor. “Ellos subieron por alto y aferraron las velas del palo mayor”, indica el capitán Correa, resaltando el valor de trepar decenas de metros sobre la cubierta mientras el buque avanza, respirando viento, mar y responsabilidad.
Así, entre instrucciones y cuerdas tensas, el Gloria volvió a alinearse con el viento. Una demostración de que en el mar no siempre se elige la ruta, pero sí la actitud, ajustar las velas, actuar con conocimiento y mantener el espíritu de los marinos colombianos firme en el horizonte.