Bajo un cielo que guía: así navega el ARC Gloria siguiendo el mapa eterno de las estrellas
En plena noche del Pacífico, el navegante del buque escuela revela cómo la tripulación traza su rumbo con Vega, Antares, Deneb, el Sol y la inmutable Polaris, en una singladura que combina ciencia, tradición y heroísmo marinero.
La cubierta del ARC Gloria respira silencio mientras la noche cae espesa sobre el océano. Solo el golpeteo suave del casco y el sonido metálico del sextante rompen la calma. Es el momento en que la navegación se rinde ante el cielo: la hora exacta en que el velero embajador de Colombia se orienta siguiendo la misma ruta que usaron los marinos de hace siglos.
“Estamos observando a Vega, de la constelación Lyra”, explica el suboficial tercero Óscar Arévalo, navegante del buque escuela ARC Gloria, con el ojo fijo en el instrumento. Primero, dice, se corrige el índice; luego, con paciencia casi ritual, se obtiene la altura observada. Es el inicio del plato de estrellas, un ejercicio que exige cálculo astronómico, pulso firme y la capacidad de leer el cielo como si fuera una carta náutica viviente.
Cielo estrellado.
Foto: Blu Radio
Vega brilla por la popa. Por estribor, resplandece Antares, corazón ardiente del Escorpión. Por babor, Deneb, del Cisne, cierra el triángulo. La tripulación toma las tres como vértices y, con la tabla de reducción 249, realizan la triangulación que determina la posición exacta del buque. Es navegación pura, sin pantallas, sin satélites, solo lógica, matemática y la confianza absoluta en el firmamento.
Pero la jornada astronómica es mucho más amplia. La singladura comienza al amanecer, cuando se calcula el orto, el instante en que el Sol asoma. Con ese dato se obtiene la primera referencia del día. A media mañana, una recta de sol entrega la primera posición aproximada. Al mediodía, llega la meridiana, el ejercicio que, con ayuda de Polaris, otorga la latitud plena, como una firma exacta en el mapa. Luego, a las 15:30, otra recta perfecciona la ubicación. Y cuando el día muere, las estrellas toman el mando para cerrar el ciclo.
ARC Gloria.
Foto: Blu Radio
Consultado sobre qué estrella llevaría hoy al Gloria de regreso a Colombia, el navegante no duda: “Polaris. Su contrarrumbo marca el sur. Siguiendo esa línea, la latitud nos baja hasta acercarnos a casa”. La Estrella Polar, inmóvil en el cielo del norte, sigue siendo la brújula eterna para los marinos de todos los tiempos.
Mientras avanza la noche, el suboficial explica el corazón del proceso: el sextante, herramienta que transforma la luz de un astro en un número capaz de ubicar a un barco en mitad del océano. El catalejo, los dos espejos, los filtros, el limbo graduado, la lira que indica la altura y el vernier que define minutos y segundos. Todo sirve para capturar el Sol, la Luna, un planeta o una estrella y convertirlo en una altura observada. Luego viene la comparación con la altura calculada y, finalmente, el hallazgo del intercepto, esa distancia entre el buque y la línea del astro que permite fijar la posición.
Así navega el ARC Gloria.
Foto: Blu Radio
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Así navega el buque escuela ARC Gloria: con ciencia y tradición, con cálculos rigurosos y un cielo que nunca falla. En un mundo digital, el velero insiste en recordar que, mientras haya estrellas, siempre habrá camino.