"Señor, no me vayas a dejar morir sin antes ver a mi hija": La súplica de una madre de Armero
El conmovedor reencuentro 40 años después de la tragedia natural más grave de Colombia.
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El pasado domingo 16 de noviembre de 2025, el programa Sala de Prensa de Blu Radio dedicó un emotivo especial a la conmemoración de los 40 años de la tragedia de Armero, la avalancha que arrasó con el municipio tolimense el 13 de noviembre de 1985. En una emisión cargada de dolor, memoria y esperanza, el director Juan Roberto Vargas, desde el mismo Armero, presentó historias de sobrevivientes que, cuatro décadas después, siguen lidiando con las cicatrices de la catástrofe y el olvido gubernamental.
La cobertura no solo abordó el recuento geológico del desastre y la deuda histórica con la población, sino que se centró en las historias personales de quienes vieron sus vidas destrozadas. Una de ellas, la de Doña Esperanza Fierro, una madre que perdió a sus dos hijos y a su madre en el lodo, pero que nunca renunció a la fe, ofreció un testimonio que tocó la fibra más sensible de la audiencia. Su lucha incansable se resume en una plegaria inolvidable: “Señor, no me vayas a dejar morir sin antes ver a mi hija”.
La historia de Doña Esperanza refleja la tragedia dentro de la tragedia: la separación familiar y el drama de los niños que fueron dados en adopción de manera irregular en medio del caos. Ella relató el momento en que la avalancha se los arrebató: “El lodo me los quitó en el momento. El lodo me los quitó”. Tras ser rescatada con graves heridas, fue trasladada sola a un centro de salud.
Su primer milagro ocurrió en Cambao, donde le informaron que su hija de 4 años, Diana Marcela Fierro, estaba viva. Sin embargo, debido a la gravedad de sus lesiones, la niña fue encargada a una amiga en un albergue. La alegría duró poco. Diana Marcela fue subida a un “carrito blanco” junto a otros 16 niños y, según Doña Esperanza, el Bienestar Familiar se hizo cargo solo para entregarla a una madre sustituta y, después, negociar su adopción internacional con una familia alemana por 2.500 francos.
Mientras la niña crecía en Suiza, su madre no cesaba en la búsqueda. Su hijo varón fue hallado por su padre en el hospital de Ibagué, “olvidado” en una sala. Pero de Diana no había rastro. Este drama expone una de las facetas más oscuras del desastre: el número de niños que, en medio del dolor y la confusión, fueron separados de sus padres y dados en adopción de forma presuntamente ilegítima, dejando heridas abiertas que persisten 40 años después.
La constancia de Doña Esperanza fue recompensada gracias a la exposición mediática. “Mi niña está viva, yo la voy a encontrar”, repetía convencida. Su hija, quien sabía que sus padres adoptivos no eran sus biológicos, la reconoció en un documental sobre Armero. Con la ayuda de la fundación Armando Armero, lograron establecer contacto.
El reencuentro ocurrió por videollamada. “Yo la vi a ella y ella me vio a mí, pero sinceramente le digo que yo la vi como que nunca, nunca esa niña hubiera estado desaparecida de mi vida”, recordó la madre. Ocho años atrás, se vieron físicamente. Diana, quien en Suiza se llama Diana Clemencia, regresó con su esposo e hijas. La prueba de ADN confirmó la verdad y la niña que el lodo se llevó volvió a los brazos de su madre, cumpliendo la súplica que ella elevó en su momento de mayor cansancio.
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El especial también presentó otros testimonios, como el de Marina y su familia, que recordaron el sonido de “traca traca traca” que precedió al alud y la desesperación de tocar puertas de vecinos que se negaban a salir. Los sobrevivientes criticaron el abandono del campo santo y de las ruinas de lo que fue la “Ciudad Blanca de Colombia”. “Hoy en día me da tristeza que los gobiernos no han hecho nada por nuestro pueblo”, lamentó uno de los entrevistados, señalando que las tierras aún tienen dueños y que el lugar sigue descuidado.
El sentir general es que el país no debe olvidar y que las nuevas generaciones deben conocer esta historia. “No olviden el pueblo donde nacieron”, fue el llamado final, con la esperanza de que el Estado vuelva a mirar a Armero.
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