El filósofo José Ortega y Gasset, en su obra Meditaciones del Quijote, afirmó: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Argumentando que, para comprender plenamente a una persona, es necesario considerar no solo su ser interno o su personalidad, sino también las circunstancias externas que la rodean.
Esto significa que quiénes somos y cómo actuamos están en constante interacción con el mundo que nos rodea. De esta manera, constatamos lo complejo que son las relaciones interpersonales. No es fácil comprender el mundo de los otros y que ellos comprendan lo que nos está moviendo a existir. Malos entendidos, choques de intereses, frustraciones, tensiones, son manifestaciones de esa complejidad.
Lo cual nos reta, porque cada vez más, desde la psicología positiva, se insiste en lo central que son las relaciones interpersonales en la felicidad. Nadie es feliz si sus relaciones son conflictivas e irresolutas. De las variables que más inciden en las relaciones están la gestión de las emociones. Por eso, es necesario estar atentos y desarrollar habilidades socioemocionales que nos permitan la autorregulación necesaria para que las relaciones fluyan. Quien quiera sostener relaciones respetuosas, funcionales y emocionantes con las otras personas, podría trabajar en:
1. Autocontrol: ser lo menos reactivo posible y saber responder emocionalmente de manera adecuada a cada estímulo que se recibe.
2. Confiabilidad: que los otros sepan a qué atenerse contigo porque eres claro y transparente.
3. Integridad: Cumplir responsablemente con las obligaciones adquiridas ante los otros.
4. Adaptabilidad: ser flexible para responder a los cambios de los contextos y de las personas, siendo creativos.
Es una obligación trabajar en nuestras habilidades socio emocionales, porque ellas contribuyen significativamente al bienestar personal y de quienes nos rodean. Aprender a comprender y gestionar nuestras emociones nos ayuda a lidiar con el estrés, la ansiedad y las dificultades de manera más efectiva. Ser feliz puede depender de ellas.