Cada vez son más los seres humanos que se hacen adictos a las redes sociales. Esto es, que no pueden dejar de usarlas y tienen que hacerlo diariamente. Aunque se crea que es inocuo, es una adicción, entendiendo esta desde la definición de Enrique Echeburúa como: “una afectación patológica que incita la dependencia y disminuye la libertad en el individuo, al restringir la conciencia y limitar la extensión de los intereses de los seres humanos afectados a nivel social, personal, académico, familiar o en salud”.
Si no se puede dejar de usar las redes por un tiempo o causan trastornos en la cotidianidad y ponen en riesgo las relaciones sociales, no está bien y hay que hacer algo. A los adultos autónomos nos toca hacernos responsables de la situación, pero cuando se trata de menores, los padres de familia y tutores tienen que estar atentos a la manera como estos usan las redes.
Estoy convencido de que no podemos dejar a los niños, niñas y adolescentes a su “libre albedrío”, debemos acompañarlos física y existencialmente tratando de tener con ellos una conexión emocional que permita entender el momento del proceso de desarrollo en el que están. Ningún papá o tutor puede ceder esta función. Y se tiene que hacer con la autoridad, el diálogo, la disciplina y el respeto necesario.
De todas formas, celebro que algunas redes sociales sean conscientes de la influencia que ejercen en los niños, niñas y adolescentes, como es el caso de TikTok, quien ayer anunció que los menores de 18 años solo podrán utilizar esa red social durante 60 minutos al día, es decir, generarán la manera tecnológica para no permitir que estos terminen enganchados todo el día en esos vídeos que por su inmediatez, diversión y ocurrencia, se vuelven atrapantes.
Aunque lo hacen en medio de las preocupaciones sobre la seguridad de la app, muestran un grado de responsabilidad interesante. El problema es que, si este tipo de decisiones no van acompañadas por la cercanía de los padres de familia, pronto los menores encontrarán formas de saltar la precaución. Que nos quede claro: ninguna adicción es buena.