Ayer en la
Me gustó mucho su insistencia en vivir conscientes del presente. Saber en qué estamos aquí y ahora, sin pretender controlar todo, porque entendemos que nuestra condición finita no lo permite.
La dinámica actual nos lleva a vivir en automático, pendientes de un pasado que ya no existe, de un futuro que no sabemos si existirá y a dejar que sean otros con sus influencias quienes nos traten de moldear. Estar presentes en el hoy es saber el por qué y el para qué de cada acción. Es entender qué nos impulsa a hacer lo que hacemos y qué consecuencias ocasionamos. Es tener conciencia.
Albert Camus en el mito de Sísifo lo dice en estos términos: “Levantarse, tomar el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la comida, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo.
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Sólo que un día se alza el «por qué» y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro. «Comienza»: esto es importante. La lasitud está al final de los actos de una vida maquinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. La despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena o el despertar definitivo. Al final del despertar viene, con el tiempo, la consecuencia”, cierro cita.
Ser libre implica una batalla para abandonar presiones que no nos deben determinar, pero a la vez hacernos responsables de lo que somos. Toda decisión que tomamos implica conciencia. Hoy lo que menos necesita Colombia son seres con vida mecánica, que actúen automáticamente y se nieguen a entender cuál es el rumbo que queremos para nuestra vida y la de nuestro país.
Al fin y al cabo, como dice Habif: “Nunca salimos ilesos de las conversaciones con nosotros mismos”.
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