Recuerdo el primer maestro que tuve: el profesor Huertas, un viejo que había entendido su vida desde el ejercicio de enseñar. Tenía en la sala de su casa un salón de clases, en la que los niños del barrio íbamos a aprender nuestras primeras letras. Él me enseñó a leer y a escribir. Desde allí guardo un profundo respeto y admiración por esta vocación, tanto que la he asumido como una de las misiones de mi existencia.
Este domingo, en el
También pensé en aquellos que han perdido la pasión por este oficio y no hacen un trabajo de calidad, de hecho, una de las exigencias que hoy se hacen, es la necesidad de evaluarlos periódicamente y generar procesos de formación que les permitan ejercer su labor.
Me impresionó leer ayer que “de acuerdo con un informe del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana (LEE), quienes estudian programas relacionados con licenciaturas y ciencias de la educación, es decir, quienes se preparan para ser docentes, son los que obtienen los resultados más bajos a nivel global en las pruebas Saber Pro” cierro cita.
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