Las imágenes son grotescas: hombres y mujeres agrediéndose a golpes, con sillas y con todo lo que se encuentran en su camino, maltratando a todo el que cae al suelo sin defenderse. Tristemente las imágenes llegan desde el estadio La Corregidora de Querétaro, donde se jugaba el partido correspondiente a la novena fecha del fútbol mexicano entre El Querétaro y el Atlas. Ayer las informaciones hablaban de 17 muertos; hoy las cifras oficiales niegan decesos, pero afirman una gran cantidad de heridos.
También vimos imágenes del violento cruce de hinchas entre Cruzeiro y Atlético Mineiro en Brasil, donde por lo menos hubo un muerto y un herido de bala, ya que alrededor de 50 hinchas de ambos clubes protagonizaron un combate supuestamente premeditado y organizado a través de las redes sociales. Es la violencia connatural al fútbol. La respuesta que siempre ha sido y no pareciera ser cuestionada con este tipo de situaciones constantes. Cada vez es común que delincuentes y desadaptados vestidos de hinchas, hagan que el ambiente de este bello deporte se vuelva peligroso.
A mí me gusta el fútbol y me fascina bromear con los hinchas de los equipos contrarios, pero no apruebo que se agreda físicamente a alguien por portar una camiseta con un color distinto a la de nuestro equipo. Es fanatismo en su pura expresión, esa negación de racionalidad a la que somos sometidos los humanos cuando dejamos que las pasiones intensas nos gobiernen y nos hagan comportarnos como salvajes y bárbaros.
Nada justifica estas acciones; el fútbol no puede ser fuente de estas situaciones. Lo preocupante es que sucede y sucede, y no se ven verdaderas soluciones, que seguro tienen que ver con la educación y la formación emocional de los ciudadanos, pero a la vez con medidas que destierren la violencia de los estadios. Para ello se necesita una acción conjunta entre los directivos del fútbol y las autoridades civiles en cada parte. Los violentos no deben entrar al estadio. Eso no se negocia.
Por último, estas situaciones me cuestionan en torno a la condición violenta de los humanos: el hombre critica la guerra, pero busca motivos para matarse.