Me emociona cuando personas que tienen diferencias se invitan a conversar para tratar de construir consensos. Creo en el poder del diálogo que es capaz de hallar puntos de encuentro entre las personas con mayores diferencias, porque “la comunicación es negociación del sentido para alcanzar acuerdos”. Por eso, me parece válido usar la metáfora de la mesa o de la taza de café para expresar ese deseo de construir consensos.
Desde la propuesta filosófica de Jürgen Habermas me gusta entender el consenso como la forma de encontrar esa posición supra que contiene las posiciones enfrentadas y que está sostenida en el mejor argumento que nadie exige, pero que se impone a todos por su lógica, verdad, coherencia y efectividad. Los participantes se enfocan en el interés general a través de un consenso razonable, debido a que en una situación de opresión y dependencia no puede darse un diálogo, ni tampoco en las condiciones de superioridad impuestas por la voluntad de unos pocos, sin la posibilidad de llegar a un entendimiento, porque parece que sólo priman los intereses particulares.
Para ello creo que se requiere por lo menos tener tres actitudes:
1. Reconocimiento del otro como un sujeto válido que merece todo el respeto. El consenso no se construye desde el desprecio por aquel con el que conversamos.
2. Abrirse a la posibilidad de que el otro pueda tener la razón. Eso implica escuchar con atención, apertura y acogida. Si tu verdad es absoluta no tiene sentido buscar consensos.
3. Asumir como única posibilidad de expresión de las posiciones la argumentación. Exponer con respeto, claridad, pasión los argumentos que sostienen nuestra visión.
Requerimos que esta sea una cualidad de nosotros los colombianos. Que desde los líderes políticos hasta los tuiteros aprendan que el consenso es la única posibilidad de construir un contexto de dignidad, felicidad y realización para todos.