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Murió el teólogo Hans Kung, pero perdurará su legado contra el fanatismo y por la paz religiosa

Sus tesis provocadoras como la abolición del celibato, la libertad de expresión teológica y las críticas al dogma de la infabilidad del Papa, le costaron que la Congregación para la Doctrina de la Fe le retirara autorización eclesiástica para ejercer la enseñanza.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: BLU Radio

Lo conocí en las aulas del Seminario Regional de la Costa Atlántica Juan XXIII. Un libro grueso llamado 'Ser cristiano' me lo presentó. La pregunta y la respuesta que desarrollaba el libro marcó mi manera de hacer teología: ¿Por qué ser cristiano? Porque es posible ser plenamente humanos. Luego entendí sus conflictos y sus posiciones críticas ante algunas afirmaciones de la Iglesia Católica.

Me refiero a Hans Kung, teólogo suizo que ayer a los 93 años murió en Tubinga. Es uno de lo teólogos más importantes del concilio Vaticano II en el que participó entre 1962 y 1965, como consejero oficial por nombramiento del Papa Juan XXIII.

Sus tesis provocadoras como la abolición del celibato, la libertad de expresión teológica, las criticas al dogma de la infabilidad del Papa y a las posiciones morales sostenidas en la encíclica Evangelium Vitae en contra de la anticoncepción, del aborto y de la eutanasia ocasionaron que en 1979, al inicio del pontificado de Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe le sancionara retirándole la autorización eclesiástica para ejercer la enseñanza diciendo: "ya no puede ser considerado un teólogo católico".

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En sus más de 30 libros, casi todas enciclopédicos, traducidos a más de 50 idiomas, siempre expuso de forma clara, entendible, coherente y muy bien sustentada, sus tesis teológicas que proponían una Iglesia que sea luz para el mundo contemporáneo, y no un museo de conservación de argumentos de un mundo antiguo.

En sus más recientes postulados propuso un proyecto de ética mundial insistiendo en que sólo habría superviviencia con un acuerdo ético universal para lo cual era necesario superar el fanatismo y establecer una paz religiosa desde un diálogo abierto y respetuoso entre religiones.

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Me emocionó siempre su insistencia en pertenecer a la Iglesia católica, como prueba de que en ella caben las preguntas, las diferencias y que siempre es posible entender que la comunión no es uniformidad.

Ahora, cuando muchos se niegan a escuchar voces distintas a las nacidas en la edad media vuelvo a escucharlo decir: “Durante dos décadas más seguí siendo inquebrantablemente fiel a mi iglesia en la lealtad crítica, y hasta el día de hoy he sido profesor de teología ecuménica y un sacerdote católico de buena reputación. Afirmo el papado de la Iglesia católica, pero al mismo tiempo llamo infatigablemente a una radical reforma de acuerdo con el criterio del evangelio”.

Escuche la reflexión y el análisis de Alberto Linero en Mañanas BLU:

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