Busco una definición de adicción, y encuentro la siguiente: “una enfermedad crónica y recurrente del cerebro. Se basa en la búsqueda del alivio a través del consumo o uso de sustancias u otras conductas similares. El desarrollo de esta conducta implica para la persona adicta la incapacidad de controlarlo, dificultad para abstenerse, deseo del consumo, disminución del reconocimiento de los problemas derivados de la adicción y en las relaciones interpersonales, así como una respuesta emocional disfuncional” y entonces, inmediatamente creo que los celulares y las pantallas nos han vuelto adictos.
Muchas veces me he sorprendido revisando, por ejemplo, mi cuenta de Instagram, simplemente viendo los estados uno tras otro, sin ningún interés distinto al de ese alivio que produce el estar con el celular en la mano, y estoy seguro que muchos de ustedes reconocen cómo le dedican mucho tiempo a este aparato, siendo incapaces de controlarlo.
Anna Lembke, experta en adicciones y profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento en la Universidad de Stanford, citada por Annie Sneed en un artículo del New York Times, recuerda que las adicciones se definen desde las tres C, es decir: “Control, Compulsión y Consecuencias”. En el mismo artículo se proponen tres acciones para la reducción del tiempo en el celular, las cuales son:
1. Hacer ayunos de pantalla, es decir, evitar por un tiempo determinado el uso de las mismas, con la certeza de que hacerlo no es el fin del mundo.
2. Establecer reglas en torno al uso diario del celular, por ejemplo, decidir no usarlo mientras se está en la cama conversando con la pareja.
3. Hacer que nuestros teléfonos inteligentes sean menos atractivos, por ejemplo, borrar aplicaciones que sabemos nos cuesta no usar, como algunos juegos que terminan haciendo perder el tiempo; de hecho, si no queremos eliminarlas, una buena estrategia puede ser ponerlas en un lugar de nuestro móvil que sea menos accesible.
Creo que lo más importante es ser conscientes de que nosotros somos quienes tenemos el celular, y que no es él el que nos tiene a nosotros. No podemos ceder el control y terminar a merced de este aparato.