El mineral que es crucial para combatir el hígado graso y regular la glucosa en sangre
Un mineral esencial ayuda a combatir el hígado graso al mejorar la sensibilidad a la insulina, equilibrar el metabolismo y reducir la inflamación.
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El hígado, considerado el laboratorio metabólico del cuerpo humano, cumple funciones vitales como procesar los nutrientes, filtrar toxinas y actuar como depósito de energía.
Sin embargo, cuando la grasa comienza a acumularse en exceso dentro de este órgano, aparece una condición silenciosa pero cada vez más frecuente: el hígado graso.
Esta enfermedad, que puede ser de origen no alcohólico o asociada al consumo de alcohol, avanza en muchos casos sin síntomas evidentes, pero con el tiempo puede derivar en daños severos como hepatitis, fibrosis, cirrosis e incluso insuficiencia hepática.
La comunidad médica insiste en que el tratamiento principal se basa en cambios del estilo de vida: alimentación equilibrada, reducción del consumo de alcohol, control del peso y aumento de la actividad física.
Pero, en medio de estas recomendaciones, un mineral ha ganado protagonismo por su impacto directo en el metabolismo: el magnesio.
Aunque suele pasar desapercibido, el magnesio participa en cientos de reacciones bioquímicas esenciales. Investigaciones recientes han encontrado una relación entre niveles adecuados de este mineral y un menor riesgo de desarrollar esteatosis hepática. ¿La razón? Su capacidad para intervenir en funciones clave.
En primer lugar, mejora la sensibilidad a la insulina, un factor determinante en personas con tendencia a acumular grasa en el hígado. Además, ayuda a regular tanto la glucosa como los lípidos, elementos que, cuando circulan en exceso, favorecen la aparición del hígado graso. También tiene un efecto antiinflamatorio, lo que contribuye a reducir el daño celular causado por la acumulación de grasa y otros agentes tóxicos.
El hígado, por naturaleza, alterna entre almacenar energía durante las comidas —en forma de glucógeno y triglicéridos— y liberarla en periodos de ayuno. Esta transición depende de una red compleja de señales metabólicas. Para que este sistema funcione de manera adecuada, el equilibrio de macro y micronutrientes es indispensable, y el magnesio se ha destacado como uno de los elementos más relevantes en este proceso.
El cuerpo obtiene este mineral principalmente de la dieta, y más de la mitad se almacena en los huesos. Su absorción depende del intestino y su excreción, del riñón. Por eso, incluir alimentos ricos en magnesio es una estrategia sencilla y efectiva para mantener niveles óptimos. Entre las mejores opciones están:
Estos alimentos no solo aportan magnesio, sino que también se asocian con un mejor control del peso, menor inflamación y una reducción comprobada de grasa hepática.
La clave está en adoptar una dieta variada que incluya estos grupos de alimentos con frecuencia. Paralelamente, se recomienda limitar los ultraprocesados, que no solo son pobres en nutrientes, sino que favorecen la inflamación y los desbalances metabólicos.
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En casos específicos, los suplementos pueden ser una alternativa, pero únicamente bajo supervisión médica. Algunas aguas minerales también aportan magnesio, por lo que mantener una buena hidratación puede sumar beneficios.
Aunque el magnesio ha demostrado ser un apoyo importante para combatir el hígado graso, su efecto es mayor cuando forma parte de un enfoque integral. Esto implica combinarlo con:
Debido a que el hígado graso suele detectarse por ecografías o análisis, y no por síntomas, lo ideal es consultar a un profesional ante cualquier duda o factor de riesgo. Incorporar magnesio en la dieta puede ser un paso clave, pero siempre dentro de un plan de salud completo y supervisado.