
En su reflexión dominical, monseñor Rafael de Brigard nos invita a redescubrir el profundo sentido de nuestra vocación cristiana: todos los bautizados somos llamados y enviados. Inspirándose en el Evangelio de Lucas (10, 1-12.17-20), nos recuerda que la vida es, en esencia, una respuesta al llamado de Dios.
Monseñor Brigard enfatiza que la tarea del discípulo es concreta y desafiante, pues debe llevar el mensaje de Dios “como cordero en medio de lobos”, sembrando paz en un mundo dividido. “Seamos hombres y mujeres de paz”, insiste, recordando las palabras del Papa Francisco: “La paz con ustedes”. Es necesario vencer la pena y el miedo de hablar de Dios, recuperar el valor de poner su nombre en la mesa familiar, en el trabajo y en la vida pública.
Finalmente, nos deja una certeza esperanzadora: el bien que hacemos en nombre de Dios tiene un poder espiritual real. “En la medida en que llevemos la presencia de Dios, los demonios se espantan y Satanás cae como un rayo”.