Internet ha dejado de ser un espacio neutral para convertirse en una extensión de las desigualdades del mundo físico. En el marco de la conmemoración del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una nueva radiografía social expone una realidad preocupante: las violencias basadas en género en contextos digitales se han normalizado en la rutina laboral de las colombianas.
Según una reciente investigación del Observatorio para la Equidad de las Mujeres (una alianza entre la Universidad Icesi y la Fundación WWB Colombia), las cifras en el país son críticas. El estudio, que encuestó a 470 mujeres empresarias y trabajadoras en Bogotá, Medellín y Cali, reveló que el 53 % de las mujeres que usan internet para trabajar ha sufrido algún tipo de violencia digital.
Este dato no solo es alarmante por sí mismo, sino que ubica a Colombia muy por encima de los promedios internacionales, evidenciando una crisis de seguridad digital con enfoque de género.
Colombia duplica las tasas de violencia digital europeas
El informe destaca que actividades cotidianas como atender una reunión por Zoom, gestionar correos electrónicos o responder chats de WhatsApp se han convertido en escenarios de riesgo.
“Las estimaciones de la ONU para Europa dicen que el 23 % de las mujeres han experimentado violencia de género en el ámbito digital. Sin embargo, nuestra encuesta revela que, en las ciudades tenidas en cuenta, este porcentaje asciende al 53 %. Las agresiones más frecuentes son el envío de contenido sexual u ofensivo sin autorización, el acoso o seguimiento en redes y las amenazas en línea”, explicó Natalia Escobar, investigadora del Observatorio para la Equidad de las Mujeres.
Del "me gusta" al acoso real: el perfil de los agresores
Contrario a la creencia de que el ciberacoso es perpetrado exclusivamente por desconocidos ("trolls"), la investigación arroja luz sobre los verdaderos responsables. En muchos casos, los victimarios son superiores jerárquicos, compañeros de oficina o seguidores en redes sociales que utilizan el anonimato o su posición de poder para vulnerar a las mujeres.
El estudio tipificó tres perfiles de agresores recurrentes:
- El acosador sexual: Envía material audiovisual explícito no solicitado.
- El "síndrome de proveedor": Realiza propuestas inapropiadas ofreciendo manutención económica a cambio de relaciones sentimentales.
- El descalificador: Invalida el conocimiento profesional de la mujer por su género y ejerce violencia estética sobre su apariencia.
Esta violencia tiene un efecto dominó. Según la Organización de los Estados Americanos (OEA), existe un "continuum de violencia": el 77 % de las víctimas de ciberacoso también sufren agresiones por parte de sus parejas en el mundo físico. En Colombia, el estudio confirmó que el 72 % de las agresiones digitales trascienden al ámbito físico o laboral.
Testimonios: cuando el trabajo se convierte en pesadilla
Las historias detrás de las cifras revelan el impacto devastador en la vida profesional y personal de las víctimas. Marcela*, directiva de una fundación, narró cómo el ataque a su identidad digital afectó su medio de sustento:
“Me hackearon la cuenta, crearon una cuenta falsa con mis fotos y me crearon una cuenta de OnlyFans. Escribí mil veces a Instagram, nunca respondieron… Instagram era mi plataforma de trabajo, como lo es para muchas otras mujeres”.Por otro lado, el acoso sutil pero constante en el entorno laboral mina la confianza y seguridad. Juana*, diseñadora gráfica, relató su experiencia con un colega que ostentaba autoridad:
Un colega que tiene autoridad dentro de la organización me empezó a llamar ‘bonita’, ‘hermosa’... y aunque me sentía incómoda, no lo veía raro en ese momento. Cuando le dije que tenía novio empezó a cambiar, se enojaba, me hacía pataletas y me reclamaba atención
Impacto económico y salud mental
Las consecuencias de estas agresiones van más allá del momento incómodo. El estudio señala que el 5,5 % de las encuestadas reportó niveles altos de ansiedad y estrés, y un 4,8 % se vio obligada a abandonar las redes sociales, lo que en la economía digital actual significa perder visibilidad y oportunidades de negocio.
“Los testimonios que recogimos en esta investigación nos mostraron que hay mujeres que reducen su vida social, delegan el manejo de redes o evitan ciertos temas por miedo a ataques. Esto impacta su bienestar y desempeño profesional, puesto que el acoso en contextos laborales deteriora la productividad y la confianza”, añadió la investigadora Escobar.
El reto empresarial: silencio y falta de rutas
A pesar de la gravedad de los hechos, la impunidad reina. Solo el 7,2 % de las víctimas denunció ante alguna autoridad, una cifra que refleja la desconfianza en el sistema.
Las empresas, a menudo, no están preparadas para gestionar estos casos. Según Natalia Cortina, investigadora del Observatorio, aunque muchas encuestadas perciben su trabajo como un lugar seguro, "tres de cada diez identificaron agresiones en su entorno laboral (...) y menos de la cuarta parte afirmó que su empresa tenía rutas de atención o personas designadas para atender violencias basadas en género”.
Avances legislativos: de la norma a la realidad
Colombia ha dado pasos importantes en la creación de un marco legal robusto. La Sentencia T-280 de 2022 de la Corte Constitucional marcó un hito al reconocer la violencia digital como una vulneración grave de derechos.
Posteriormente, la Ley 2365 de 2024 amplió las sanciones laborales para incluir el acoso digital, obligando a los empleadores a crear mecanismos de protección. A esto se suman la Ley 2453 de 2025, que tipifica la violencia política digital, y proyectos en curso para una protección integral.
No obstante, el desafío persiste en la aplicación efectiva de estas leyes.
“Sin embargo, como ocurre con los feminicidios (donde el aumento de las penas no ha detenido los asesinatos de mujeres), la existencia de normas no se traduce automáticamente en protección real. Las víctimas siguen enfrentando rutas de denuncia confusas, institucionalidad desbordada o sin capacidades técnicas en ciberinvestigación, y plataformas digitales que no siempre cooperan ni responden con oportunidad”, puntualizó Escobar. Para las expertas, la solución no es solo normativa, sino estructural: se requiere garantizar acceso a la justicia, mejorar la forense digital y exigir corresponsabilidad a las grandes plataformas tecnológicas para que el entorno digital deje de ser un territorio hostil para las mujeres.