"Ganan los tramposos y por goleada": editorial de Ley del Montes junio 14
Editorial de Óscar Montes.
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¿Qué hubiera pasado si el jugador del Perú, Raúl Ruidíaz, después de anotar el gol que le dio la victoria a su selección de fútbol sobre la de Brasil, se acerca al árbitro del partido y le confiesa que en realidad ese gol que todo su país celebra debe ser invalidado porque lo hizo con la mano? Lo primero que hubiera ocurrido es que buena parte de los habitantes de su país lo recibiría con rechiflas y tomates en el aeropuerto de Lima, al regresar su Selección -eliminada- luego de participar en la Copa América Centenario en los Estados Unidos.
También hubiese ocurrido que algunas personas -entre ellas me incluyo- hoy estaríamos hablando de la honestidad de un jugador de la Selección Perú y de su compromiso con el juego limpio y no de su comportamiento tramposo y antideportivo que dejó por fuera de la Copa América a Brasil, una selección mediocre que tampoco hizo méritos para seguir en el torneo. La verdad sea dicha.
Ruidíaz es, pues, un tramposo de marca mayor. Un tramposo que debe ser sancionado de forma ejemplar por la FIFA, que es un organismo compuesto por tramposos iguales o peores que el delantero peruano. Como es tramposo Maradona al que los argentinos llaman "Dios", cuyo gol con la mano a los ingleses en el Mundial de México en 1986 hoy en un ejemplo de la picardía gaucha, en lugar de ser un monumento a la trapisonda y al engaño. Maradona es un héroe en Argentina y muy seguramente Ruidíaz será recibido como un gladiador en Lima después de la Copa América.
Ya es hora de que todos entendamos que la trampa no se premia: se castiga. Y eso no sólo debe ser una regla de oro en el deporte, sino en la vida diaria. Los tramposos deben ser una especie en vía de extinción. No hay que rendirles homenajes. Ni siquiera hay que saludarlos. Hay que ignorarlos. Ese debe ser su castigo, para entiendan que la trampa no es una expresión de viveza, sino de estupidez.
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De manera que Raúl Ruidíaz -cuyo gol con la mano es por desgracia un ejemplo de la malicia indígena de los incas- desaprovechó la mejor oportunidad para demostrarle al mundo que el fútbol es también un deporte noble, donde no siempre los tramposos y avivados triunfan.
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Lástima que prefirió pasar a la historia como el jugador que clasificó al Perú en la Copa América con un gol con la mano y no como el jugador que en un acto de pundonor y lealtad deportiva reconoció que su gol ilegítimo no debía ser validado por el árbitro. De haberlo hecho, hoy el mundo entero estaría hablando de su honestidad y no de su falta de gallardía y de su desprecio por el juego limpio. Raúl Ruidíaz es un villano, aunque para muchas personas tenga puesta la camiseta de héroe.