El falso veterinario ingresó al animal al consultorio y, al parecer, le aplicó un tranquilizante y la ahorcó con un torniquete. Posteriormente, guardó el cuerpo en una bolsa plástica negra y lo entregó.
Los propietarios de la canina, cuando llegaron al lugar donde sería sepultada, se percataron que todavía estaba con vida; sin embargo, murió después de unos minutos.
Los elementos de prueba indican que el procedimiento practicado fue desproporcionado y no era el indicado. Adicionalmente, evidenciaron que el supuesto veterinario no ostentaba título profesional y no estaba certificado para realizar este tipo de intervenciones.
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