
La actual crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos ha sido calificada por expertos como la más grave en las últimas tres décadas. Así lo expresó con claridad la excanciller María Emma Mejía en entrevista en Sala de Prensa: "Es la peor de las crisis, más grave que la crisis de hace 30 años".
La magnitud de esta confrontación radica no solo en el retiro de visas a altos funcionarios y las tensiones políticas con el presidente Donald Trump, sino en la ausencia de embajadores en Bogotá y Washington. “Estamos sin canciller y sin Cancillería. La política exterior se dirige desde la Casa de Nariño, no desde el Palacio de San Carlos, y eso es un error garrafal”, afirmó Mejía.
La excanciller también hizo un llamado urgente a recuperar la institucionalidad y a actuar con inteligencia diplomática. Según ella, el presidente Gustavo Petro no ha dimensionado la gravedad del momento: “No parece entender la importancia de esta crisis ni lo que significa para Colombia entrar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en seis meses”.

Por su parte, Nicolás Lloreda, exembajador de Colombia en Canadá, trazó paralelos con la crisis de los años noventa en entrevista en Sala de Prensa. Sin embargo, subrayó una diferencia clave: “En esa época, el Gobierno colombiano y los empresarios hicieron todo lo posible por mantener viva la relación. Hoy, en cambio, hay un distanciamiento profundo y una falta de voluntad política para reconstruir puentes”.
Lloreda advirtió sobre el riesgo de utilizar esta confrontación como bandera política interna, como ya ocurrió en el pasado: “No es descartable que el Gobierno actual trate de utilizar esta fisura como estrategia política y ganar simpatías bajo el discurso del antiamericanismo”.
Ambos exdiplomáticos coincidieron en la necesidad de un manejo cuidadoso y silencioso. “Trump se maneja con discreción, no con confrontación pública. El que se le para de frente, pierde”, dijo Lloreda, citando ejemplos como México y Canadá, cuyos Gobiernos han optado por bajar el perfil y evitar el choque frontal.
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Las implicaciones para el ciudadano de a pie son graves: aranceles, pérdida de acceso a visas, y trabas comerciales. Como concluyó Mejía: “Es una crisis profunda que, si no se atiende ya, tomará años reconstruir. Colombia no puede permitirse ese lujo”.
La relación con Estados Unidos —principal socio comercial y aliado estratégico— pende de un hilo. El reto ahora es rescatar el diálogo diplomático antes de que la fisura se convierta en una fractura irreversible.