Cuando el mar desaparece: la rutina de la guardia nocturna en el ARC Gloria a medianoche
De medianoche a cuatro de la mañana, navegantes y cadetes enfrentan la oscuridad total, contactos sin luces y aunque en menor posibilidad, amenazas hostiles, mientras mantienen al buque escuela en rumbo seguro.
Cuando el mar desaparece: la rutina de la guardia nocturna en el ARC Gloria a medianoche
A esa hora en que el océano pierde forma y se convierte en un solo bloque oscuro, el ARC Gloria entra en su turno más exigente: la guardia nocturna. Entre las 00:00 y las 04:00, mientras el resto del buque duerme, un pequeño equipo mantiene viva la seguridad de la nave en un escenario donde no hay margen para errores. La noche, en alta mar, es otra cosa: más silenciosa, más peligrosa y más impredecible.
El suboficial tercero Luis Ospino, navegante del buque, lo resume con franqueza: “Aunque estemos en aguas abiertas, no podemos relajarnos. En cualquier momento pueden ocurrir colisiones.” Su tarea, a esa hora, es casi quirúrgica. Cada hora debe marcar la posición en carta de papel y también en sistemas electrónicos.
Nada puede quedar sin verificar: peligros, ayudas, profundidades y contactos que aparezcan en el radar. A veces, los riesgos no vienen de buques enormes, sino de pequeñas embarcaciones sin luces, muchas ligadas a pesca ilegal. “Esos contactos no llevan luces energizadas. Por eso dependemos del radar y de la experticia del navegante para saber si es real”, explica mientras observa un eco que marca un punto de mayor aproximación a 3,2 millas.
Cuando el mar desaparece: la rutina de la guardia nocturna en el ARC Gloria a medianoche
En el puente, el ambiente es sobrio y concentrado. El teniente de navío Wessel Lucas, jefe de la Segunda Guardia, lidera este turno de oscuridad absoluta. Su responsabilidad es cumplir la intención de maniobra del comandante y mantener el rumbo. Y lo hace mientras instruye a los cadetes que viven aquí su primera guardia real.
“Es su primer contacto con lo que significa navegar de verdad. Aquí se dan cuenta de la responsabilidad que tendrán en un futuro”, señala Lucas, rodeado del timonel, los vigías de proa y costados, y el navegante, quienes conforman el equipo esencial para mantener al Gloria seguro en la noche.
Cuando aparece un eco extraño en el radar, no hay tiempo para dudar. El suboficial Ospino detalla el procedimiento: “Identificamos el contacto, reportamos marcación y distancia al oficial de guardia. Él decide si seguimos el rumbo o si debemos cambiarlo”.
Si el riesgo persiste, se intenta comunicación por VHF para alertar al otro buque e informar la condición del Gloria, que navega en combinación de velas y motor. “Buscamos que el contacto sepa quiénes somos y qué maniobra vamos a ejecutar”, explica.
Cuando el mar desaparece: la rutina de la guardia nocturna en el ARC Gloria a medianoche
Foto: Archivo Programa Antártico Colombiano
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Pero la noche también exige estar listos para lo inesperado. Si hay una emergencia cercana, el Gloria está obligado a asistir. “Llamamos a la estación de control más cercana y actuamos para salvar la vida en el mar”, dijo el capitán de Infantería de Marina, José Celis.
Si el peligro es contra el propio buque, los protocolos cambian de inmediato. “Si se presenta una situación hostil, tripulamos los lugares vitales y usamos las armas del buque para mitigar un ataque, ya sea de piratería o agresión”, asegura el capitán.
Pilotear el Gloria en la oscuridad suma otro nivel de complejidad. El timón puede operarse desde la timonera o mediante joystick, pero en un caso extremo existe un tercer sistema: el servomotor, que permite gobernar manualmente. Todo debe funcionar, y todo debe hacerse con precisión. En la noche, un error no se ve: se siente, tarde.
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Así avanza el Gloria en la madrugada, acompañado solo por el sonido del casco cortando el agua y el brillo mínimo de los instrumentos. En ese puente silencioso, donde la oscuridad lo cubre todo, la guardia nocturna sostiene la seguridad del buque con disciplina, técnica y temple. Navegar en la noche no es solo un turno: es una prueba permanente de vigilancia y de respeto por el mar que nunca duerme.