Sentido relato del general (r) Alberto Moore tras 40 años: toma del Palacio y tragedia de Armero
Este año difícil lo encontró participando en ambas tragedias. El militar calificó los hechos, en retrospectiva, como "una locura" y actuaciones "demenciales", lamentando que la guerra solo deje "muerte, destrucción, sufrimiento".
El general (r) Luis Alberto Moore Perea, en diálogo con Mañanas Blu, revivió los episodios que marcaron la historia de Colombia hace 40 años: la toma del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero. En 1985, Moore Perea era un oficial de 26 años, formando parte del primer curso de pilotos de helicópteros de la Policía.
Este año difícil lo encontró participando en ambas tragedias. El militar calificó los hechos, en retrospectiva, como "una locura" y actuaciones "demenciales", lamentando que la guerra solo deje "muerte, destrucción, sufrimiento".
La operación aerotransportada en el Palacio de Justicia
El 6 de noviembre de 1985, se produjo la situación en el Palacio de Justicia. Inicialmente, había pilotos civiles contratados por la Policía, pero estos se negaron a participar por su condición. Fue entonces cuando el general Víctor Alberto Delgado Mayarino ordenó el ingreso de los pilotos policiales a la azotea, transportando a un grupo de comandos especiales (COPES). El desembarco comenzó alrededor de la 1:30 o 2:00 de la tarde. El general Moore Perea estuvo en la actividad casi hasta las 7 de la noche, no solo dejando comandos, sino también evacuando personal herido que había quedado afectado por balas, esquirlas y granadas.
Soldados del Ejército protegen a un grupo de magistrados que salen del Palacio de Justicia en Bogotá, ocupado el 6 de noviembre de 1985 por un comando guerrillero del Movimiento M19.
AFP
El ambiente era de gran tensión y temor. El general, quien en ese momento no usaba chalecos blindados ni su helicóptero tenía protección especial, relató que solo recuerda claramente el grito de "fuego, fuego, fuego". Además, reveló que, en ese momento, desconocía el dramático audio en el que el presidente de la Corte Suprema, Reyes Echandía, solicitaba un cese al fuego, suceso del cual se enteró "posterior a lo que se hizo".
Respecto a la verdad de los hechos, Moore Perea considera que 40 años después, aún no se conoce la realidad exacta de lo sucedido ni el destino de tantas vidas que se perdieron. Aunque reconoce la existencia de muchos testimonios y diferentes intereses, asegura que, por parte de quienes actuaron en lo aéreo, no hubo "ningún pacto de silencio".
Del Palacio al lodo de Armero
Apenas un día después de los sucesos del Palacio, el 7 de noviembre, el general Moore Perea y un grupo de helicópteros partieron hacia el Caquetá para una operación contra las Farc. El 14 de noviembre se enteró de la tragedia de Armero. Se le ordenó desplazarse desde el Caquetá al Tolima, y fue un momento de reconocimiento profesional ya que le dieron autonomía para pilotar un Bell 212, un helicóptero de mucha mayor capacidad, lo cual fue "muy gratificante".
La tragedia de Armero, donde trabajó cerca de dos semanas a partir del 15 de noviembre en labores humanitarias, fue "tal vez lo más impactante" que ha vivido. Al llegar, la "ciudad blanca", conocida por su pujanza y producción de algodón, estaba cubierta totalmente por lodo. La imagen era desoladora: solo lodo, cuerpos de gente y animales muertos, y nubes con azufre. En el rescate, coordinado con la Fuerza Aérea, su equipo trabajaba para sacar a las personas que pedían auxilio del lodo, a veces aterrizando únicamente en los patines del helicóptero. En medio del caos, recordó el caso de una mujer que se negaba a subir al helicóptero sin una toalla o sábana para cubrirse, debido al pudor tras haber quedado sin ropa por la avalancha.
Tragedia de Armero
Foto: AFP
Carga emocional y la sanación personal
La carga emocional de ese noviembre fue "muy fuerte". Tras 14 o 15 días en Armero, al llegar a casa, su esposa (embarazada de seis meses) no le permitió entrar de inmediato, preocupada porque no se había vacunado contra la gangrena gaseosa, un riesgo latente por el gran número de cuerpos en Armero. El general, aunque al principio sintió un "golpe durísimo", entendió que su esposa estaba protegiendo la vida de su hija.
El proceso de sanación del trauma no incluyó, según el general, asesoría psicológica, pues en esa época la recurrencia de acciones y muertes lo hizo percibirse como una situación "casi normal". Sin embargo, la mayor satisfacción y liberación emocional viene de ver a sus hijos crecer y del agradecimiento de personas que le recuerdan que él salvó sus vidas o las de sus familiares.