Cinco reflexiones acerca de las mentiras piadosas
Quien diga que nunca ha dicho una mentira miente. Hay algunas circunstancias límites donde la verdad no es lo más conveniente, como por ejemplo en casos de vida o muerte.
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Todos mentimos. Nadie puede decir: ¡Nunca he dicho una mentira!, porque esa sería su mentira. Además, es cierto que en algunas circunstancias límites, la verdad no es lo más conveniente. Por ejemplo: una persona está enferma y sabes que decirle el diagnostico será un mazazo en su ánimo, pues habría que analizar si es conveniente decirlo.
Muchas mentiras -las llamadas “piadosas” o “blancas”- a veces hacen más bien que la propia verdad. Por eso, me llamó la atención una noticia sobre un estudio de la universidad de Alabama, el cual, luego de estudiar a 632 personas y más de 100 mil mentiras, mostró que solo el 1% dice más de 15 mentiras al día, y la mayor parte fueron mentiras blancas. Es decir, somos más honestos de lo que se cree.
Es obvio que el ideal es no decir mentiras y ser sinceros, viviendo en la verdad, pero creo que en las circunstancias actuales es importante tener cinco reflexiones para esos momentos de mentiras piadosas:
1. Se trata de no dañar a nadie con lo que decimos. Evitar toda afirmación mentirosa y calumniosa que destruya la dignidad de los demás. Manipular y dañar a otro expresa nuestra condición humana y siempre termina siendo fuente de mayores dificultades. Ese es el límite.
2. A veces se tiene la manía de mentir, y si nos damos cuenta, no hay ninguna necesidad, entre otras cosas porque los demás nos conocen y saben cuál es nuestra verdad. Hay que ser reflexivos y entender la pertinencia de lo que decimos.
3. Las exageraciones y distorsiones de la realidad, que son una forma de mentir, pueden ser muy evidentes. No hay que decirlas, porque nadie nos cree y quedamos muy mal siendo poco confiables.
4. Ser conscientes de lo que hemos dicho; una de las grandes tragedias de los mentirosos es la falta de memoria. A veces se contradicen y así es muy difícil creerles.
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5. No dejemos que la culpa nos arrastre y nos haga vivir esclavizados; lo fundamental es resarcir a las personas y no vivir en una continua mentira.
De todas formas, no olvidemos la frase del filósofo Aristóteles: “El castigo del embustero es que no le crean, aun cuando diga la verdad”.
Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU:
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