Cuando he planteado aquí, a partir de algunas noticias y situaciones cotidianas, la falta de un compromiso ético claro y concreto, varias personas me han escrito para decirme que hace falta la clase de cívica o cátedras centradas en el desarrollo personal y no solo en la adquisición de conocimientos. No estoy tan seguro de que la causa sea tan simple, creo que el asunto es mucho más complejo, como suele suceder en todas las experiencias de la vida.
De hecho, el pasado viernes estuve en Puerto Rico (Meta), conversando con docentes de los municipios Pdet en medio de la Feria del Bienestar. Allí les compartí tres aspectos clave que deberían tener presentes en su ejercicio docente:
- Su propia salud mental: les recordaba que son formadores que no solo transmiten conceptos, sino que enseñan formas de vivir. Su ejemplo, su actitud ante la vida, y sus maneras de enfrentar las adversidades se convierten en referencia para los estudiantes.
La forma como gestionan sus emociones dentro del aula tiene un impacto directo en el ambiente de aprendizaje. Ser un buen docente no se limita a la preparación profesional; también implica cuidarse a sí mismo con responsabilidad y conciencia. - El contexto de los estudiantes: los niños y niñas que llegan al aula traen consigo realidades muy concretas, que muchas veces no son fáciles.
Necesitan atención, escucha, cuidado y cercanía. Les insistía en que, en muchos casos, ellos son la única oportunidad que esos niños y niñas tienen para aprender a resolver los conflictos de la vida. Les decía en mi lenguaje: “A veces, ustedes son la única bendición que ellos tienen”. - La manera de enseñar, la apuesta pedagógica es fundamental: el aprendizaje debe estar conectado con la cotidianidad; es clave mostrar la funcionalidad de lo que se enseña. El juego es una gran herramienta para que los estudiantes aprendan con entusiasmo y logren los objetivos propuestos. Las historias bien contadas ayudan a comprender esas realidades que no caben en conceptos ni en cifras.
Fue un diálogo ameno y estoy convencido de que al menos estos tres aspectos contribuyen a una formación más integral, y desde allí, a un compromiso ético más sólido.