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Efecto WhatsApp: preocupante manera como escriben los adolescentes

Me niego a que tengamos que aceptar que para preguntar qué estamos haciendo, se termine poniendo un “k asen”, con k y sin h.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: cortesía Alberto Linero

Me escribe por WhatsApp uno de mis sobrinos adolescentes y me percato de fallas de ortografía, de letras que significan palabras, de lo breve y simple de cada frase y la falta de comas y puntos. Inmediatamente recuerdo un artículo del diario El País de España que leí hace días titulado “¿Cuánto más teclean, peor escriben? Este es el ‘efecto WhatsApp’ en el lenguaje de los adolescentes”, en él algunos docentes especialistas en lengua castellana constataban cómo en las aulas se da un cierto deterioro gramatical y sintáctico en la manera cómo los estudiantes escriben, puesto que terminan redactando como si estuvieran en la red social.

Una de estas especialistas, Elisa Fornés García, decía: “Intentan ahorrar en las estructuras y escriben frases inconexas, con falta de conectores”, cierro cita. ¿Es realmente una pérdida o se trata de una transformación de una lengua viva? ¿O nos estaremos comportando como quienes se niegan al cambio? La verdad creo que no, porque es necesario que se les exija a los jóvenes un buen conocimiento de la lengua castellana que les permita leer y escribir correctamente, siguiendo las reglas gramaticales que hacen de la lengua una mediación fundamental para la comunicación.

Sospecho que esa manera de escribir, típica de quien hace un Marconi, ocasiona que no se sepan presentar clara, argumentada y lógicamente las ideas en una conversación, lo que termina ocasionando incomunicación, y sabemos que ella siempre encuentra en la eliminación o negación del otro su mejor manera de resolver problemas. Pero, además, creo que se genera una gran superficialidad en los diálogos, porque no creo que en medio de estas frases simples y cortas, matizadas por stickers o emoticones, se expresen ideas profundas que muestren la complejidad de los procesos vitales que se están siguiendo. Una vida satisfactoria exige profundidad y comprensión de los otros, quienes siempre, desde su singularidad, ayudan a crecer.

Me niego a que tengamos que aceptar que para preguntar qué estamos haciendo, se termine poniendo un “k asen” con k y sin h, o que la respuesta sea una imagen, porque terminamos borrando de un tajo años de desarrollo humano, de lograr construir conceptos y de asumir unas reglas al comunicarnos.

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