Cada 12 de febrero, el mundo recuerda la importancia de prevenir el extremismo violento que conduce al terrorismo. Es una oportunidad para reflexionar sobre cómo el fanatismo, en cualquiera de sus formas, nos aleja de la convivencia, la sensatez y la humanidad misma.
El fanatismo es la incapacidad de aceptar que existen otras formas de ver el mundo. Es la renuncia a la duda, al diálogo y al respeto por el otro. Se alimenta del miedo, la desinformación y, muchas veces, de la necesidad de pertenecer a algo más grande que uno mismo. En su peor expresión, se convierte en violencia: la agresión contra quienes piensan distinto, el desprecio hacia quienes cuestionan y la imposición de ideas como verdades absolutas. Basta con observar las redes sociales y los debates políticos para notar cómo el fanatismo impulsa una peligrosa polarización que fractura a la sociedad.
Pero la historia nos ha demostrado que el pensamiento único y rígido nunca ha llevado a sociedades más justas ni a personas más felices. Al contrario, ha sido la raíz de conflictos, discriminación y tragedias que han marcado a la humanidad.
Entonces, ¿cómo enfrentamos el fanatismo?
Primero, con educación. No una educación basada en la repetición de datos, sino una que enseñe a pensar, a cuestionar y a comprender la complejidad del mundo. Una educación que nos ayude a reconocer la riqueza de la diversidad sin sentirla como una amenaza.
Segundo, con empatía. Escuchar, ponerse en el lugar del otro y tratar de comprender sus motivaciones es un antídoto contra el odio irracional. No se trata de aceptar lo inaceptable, sino de entender que cada persona tiene una historia que la llevó a pensar como piensa.
Tercero, con valentía. Enfrentar el fanatismo implica, muchas veces, incomodar, decir lo que otros no quieren oír y desafiar estructuras rígidas. Pero es la única manera de construir un mundo donde las diferencias no sean motivo de conflicto, sino de aprendizaje.
La sensatez, el diálogo y la apertura mental no son signos de debilidad, sino de una fortaleza capaz de transformar el mundo. Y ese cambio empieza en cada uno de nosotros.