Escucho una y otra vez que necesitamos llegar a acuerdos para avanzar en los proyectos que tenemos. Estoy convencido de la importancia de los acuerdos, pero también sé que se requieren actitudes muy concretas para alcanzarlos. No basta solo con invitar a hacerlos; es necesario movilizarse, comprometerse existencialmente para lograrlos.
Considero que todo acuerdo parte de al menos tres condiciones básicas:
1. Reconocer al otro como un interlocutor válido. Si menospreciamos al otro y creemos que no tiene la dignidad para conversar o negociar con nosotros, no habrá ninguna posibilidad de acuerdo. El acuerdo se da entre diferentes que se reconocen y validan mutuamente, desde la diferencia.
2. Estar abiertos a la posibilidad de que el otro tenga parte de la verdad. Si estamos convencidos de que los demás están absolutamente equivocados por cualquier razón, no habrá espacio para la negociación ni para ceder. Pensar que los otros son estúpidos, malvados o ignorantes nos impide llegar a acuerdos. Llegar a un acuerdo no es imponer nuestra verdad absoluta sobre el otro. Aquí entra en juego la humildad, que es siempre una consecuencia de la sabiduría.
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3. Tener en la argumentación la única herramienta para construir el acuerdo. No se puede amenazar, engañar o presionar; es necesario exponer argumentos con coherencia, lógica y responsabilidad.
Además de estas tres condiciones, creo que se requieren actitudes personales muy concretas, como la sinceridad. Los participantes deben ser sinceros al expresar sus creencias y opiniones. También es fundamental facilitar la comprensión mutua: los participantes deben esforzarse por comprender los puntos de vista de los demás, incluso si no están de acuerdo.
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Cuando pienso en cómo construir un acuerdo o consenso, siempre recurro a Jürgen Habermas. Para él, el consenso no es solo un objetivo, sino un proceso. Es un proceso de búsqueda de la verdad y la justicia a través del diálogo y la argumentación. Habermas nos invita a construir sociedades más justas y democráticas, exigiendo igualdad, libertad, racionalidad y sinceridad en la comunicación.
Estoy convencido de que hoy más que nunca debemos reflexionar sobre esto, ya que la realidad nos exige llegar a acuerdos.