Una de las experiencias más tristes que vivo, es visitar algunas partes de la Sierra Nevada de Santa Marta y ver que algunos de los ríos caudalosos que conocí en mi niñez, ahora tienen un caudal muy delgado. Como si el agua se estuviera acabando y no nos importara. El rio Bonda, el Manzanares y el Guachacá ya no son lo que eran. La razón sigue siendo la deforestación y nuestra actitud depredadora. Gastamos los recursos naturales como si no fueran a acabarse nunca, y creo que eso parte de la mirada antropocéntrica con la que nos hemos entendido.
Creemos que somos el centro de la creación y que todos los recursos están a nuestro servicio, por eso los gastamos en función de nuestro bienestar, sin importar que no sean renovables. El final de esto es la destrucción y la muerte de todos, tanto del medio ambiente, como de nosotros mismos, porque los humanos somos parte de la creación y no podríamos existir separados de ella.
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Tenemos que apostar por una mirada geocéntrica, en la que quede claro que solo podremos subsistir si protegemos el medio ambiente. Es fácil: si no cuidamos el planeta, nos extinguiremos.
Este martes, cuando celebramos el día mundial de la ecología, tengamos presente esta realidad para tomar conciencia de que podemos contribuir con pequeñas decisiones para que el planeta les quede a las futuras generaciones, mejor que como lo encontramos nosotros. Para eso podemos pensar en actitudes como propiciar mejores prácticas de agricultura ecológica, conservando el agua y consumiendo menos energía; prescindir del uso de fertilizantes químicos en los cultivos; apoyar y promover las huertas y los jardines ecológicos; darle espacio en la cotidianidad a los productos ecológicos comestibles y también aquellos de uso diario como los de aseo e higiene; suscitar el uso de vehículos ecológicos, y algo muy importante: incentivar a las grandes empresas a evitar las emisiones que impactan negativamente el medio ambiente.
Con estas acciones podríamos evitar que el Papa Francisco tenga razón cuando dice en “Laudato Si” que: "La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería".
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