Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reciba notificaciones de Blu Radio para tener las principales noticias de Colombia y el mundo.
No activar
Activar

Publicidad

Soy un machista que cada día se esfuerza por desaprender esas maneras de pensar

Expresiones como: “Actúas como una niña”, “Un hombre y una mujer no pueden ser amigos”, “el hombre propone, la mujer dispone”, “todas las mujeres conducen mal y no saben ubicarse” ejemplifican estos micromachismos. No siempre se dicen para dañar, pero generan relaciones inequitativas porque las hacen ver como inferiores.

Albert Linero Instagram @PLinero.jpeg
Albert Linero
Foto: Instagram @PLinero

Soy un machista que cada día se esfuerza por desaprender esas maneras de pensar, hablar y actuar que generan relaciones de superioridad, subordinación, sobreprotección o condescendencia con las mujeres. Somos diferentes, pero nos tenemos que relacionar desde la equidad, la paridad, el respeto y la complementariedad.

Una de las tareas asumidas es enfrentar los micromachismos, los cuales entiendo como esos gestos, actitudes o comentarios que se dan en momentos muy cotidianos y que aunque pequeños, aportan a la inequidad de género porque colocan a la mujer en una posición inferior en varias dimensiones de la vida como la social o la laboral.

Luis Bonino, que fue le primero en usar el término, dice que, de hecho, estas acciones no siempre son intencionales, sino que son incorporados socialmente por los hombres en su proceso de desarrollo gracias al discurso machista impuesto. Algunos si son conscientes, pero ya sea con buena o mala voluntad, ambos son el resultado de una manera equivocada de entender la relación entre hombres y las mujeres.

Expresiones como: “Actúas como una niña”, “Un hombre y una mujer no pueden ser amigos”, “el hombre propone, la mujer dispone”, “todas las mujeres conducen mal y no saben ubicarse” ejemplifican estos micromachismos. No siempre se dicen para dañar, pero generan relaciones inequitativas porque las hacen ver como inferiores.

Publicidad

Acciones como: “Ignorar a la mujer y hablarle a su esposo, como si el tema del hogar o de la familia sólo le interesara a él”, “tratarlas a ellas como princesas incapaces de valerse por sí solas y a los hombres como campeones que todo lo pueden”, “Creer y hacer que las tareas domesticas sólo sean un tema femenino, y que se entienda que cualquier aporte sea una ayuda que se le brinda”, también son ejemplos.

Mi trabajo es tomar conciencia de esas costumbres que tengo tan metidas en mi manera de pensar y cambiarlas por expresiones y acciones equitativas. También desde lo teológico, intento dejar claro que ya es hora que se entienda bien el relato-mito de Adán y Eva, y que se tenga claro que Dios no tiene genitales masculinos ni femeninos. Hombres y mujeres somos imágenes de Él.

Publicidad

  • Publicidad