Recientemente las personas volvieron a cuestionarse sobre cuál es la verdadera frontera que divide a Bogotá de Soacha. En medio de varias discusiones, lo cierto es que la división no resulta clara, como sí ocurre en otros municipios cercanos, en donde hay peajes o un paisaje que marca la diferencia. Entre Soacha y la capital, la continuidad urbana confunde a más de un pasajero y hace que muchos no sepan si aún están en Bogotá o si ya cruzaron al municipio.
El ejemplo más evidente se encuentra en la Autopista Sur, un corredor en el que el paisaje prácticamente no cambia. A lo largo del trayecto se repiten talleres, buses, ventas callejeras y vallas publicitarias, lo que genera un ambiente uniforme. La única señal clara es un discreto letrero en el puente de La Despensa que da la bienvenida a Soacha, un saludo que para algunos pasa desapercibido.
Las fachadas marcan la frontera entre Bogotá y Soacha
Más allá de la movilidad que comparten Bogotá y Soacha, o de la cercanía entre ambas, muchos ciudadanos consideran que la frontera más visible está en las fachadas de las casas. En Bogotá, las placas de las direcciones son de color verde, mientras que en Soacha son vinotinto. Ese detalle, que a veces pasa inadvertido, es la pista más clara para saber de qué lado se encuentra una persona.
El cambio de color se implementó en 2012 a través del Acuerdo 35 del Concejo Municipal de Soacha y entró en vigor al año siguiente. La medida buscaba unificar la nomenclatura, corregir duplicidades y marcar una diferencia con la capital. Aunque en un inicio hubo confusión, con el tiempo el vinotinto se consolidó como símbolo del municipio.
Una frontera invisible en la vida diaria
En la cotidianidad, la línea divisoria se cruza tantas veces que parece no existir. Miles de trabajadores, estudiantes y comerciantes transitan diariamente entre Soacha y Bogotá, y las estaciones de TransMilenio en el municipio reflejan el intenso flujo de personas en ambos sentidos.
Así, mientras avanzan proyectos de infraestructura como la ALO Sur o la extensión del metro hacia Soacha, la frontera entre los dos territorios continúa siendo difusa. No se trata de casetas de peaje ni de torniquetes que marquen el límite, sino de un detalle en las fachadas que recuerda que, aunque todo parece una misma ciudad, Bogotá y Soacha siguen siendo entidades distintas unidas por una frontera invisible.