La pobreza menstrual continúa siendo un problema crítico en Colombia, afectando la dignidad, salud y bienestar de miles de niñas, adolescentes y mujeres en situación de vulnerabilidad. Según un informe de la consultora Caja, el 94 % de las mujeres de bajos ingresos en el país no tiene acceso a productos básicos como toallas higiénicas.
Una problemática silenciosa, pero profunda
Entre mayo de 2021 y mayo de 2022, 566.000 mujeres colombianas no pudieron adquirir productos esenciales para su periodo, de acuerdo con datos del Dane
. La falta de recursos ha llevado a 45.000 de ellas a recurrir a alternativas peligrosas e insalubres, como trapos, telas, servilletas y ropa vieja, exponiéndolas a graves riesgos de infecciones y enfermedades.
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La pobreza menstrual no solo implica carencias materiales, sino también afecta el acceso a la educación, el empleo y el bienestar emocional de las mujeres. Muchas enfrentan discriminación y estigmas relacionados con la menstruación, agravando su situación de desigualdad.
En medio de esta crisis, el uso de copas menstruales ha emergido como una alternativa viable y sostenible para combatir la pobreza menstrual.
La inversión en una copa menstrual, que cuesta aproximadamente $89.000 y tiene una vida útil de hasta 10 años, representa un ahorro significativo frente al gasto anual promedio de $200.000 en toallas higiénicas.
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Además del ahorro económico, la copa menstrual, fabricada con silicona médica hipoalergénica, ofrece beneficios como la reducción de infecciones y la eliminación de compuestos nocivos presentes en algunos productos desechables.
Impacto ambiental y social
Las toallas higiénicas desechables generan un impacto ambiental considerable, con desechos que tardan más de 500 años en degradarse. En contraste, una mujer que utiliza copas menstruales a lo largo de su vida generaría solo una fracción de esos residuos, además de reducir significativamente los costos asociados.
La popularidad de este producto ha crecido especialmente entre las mujeres jóvenes, quienes valoran su comodidad, practicidad y contribución al cuidado del medio ambiente, según María Laura Guirald, de la Copa Uva.
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“En promedio, el gasto anual en toallas higiénicas puede llegar a los $200.000, mientras que una copa menstrual, que cuesta cerca de 89.000 pesos, tiene una vida útil de hasta 10 años. Esto representa un ahorro sustancial a largo plazo. Además, al estar hecha de silicona médica hipoalergénica, es segura para el cuerpo, reduce el riesgo de infecciones y no contiene metales pesados como se han encontrado en el algodón de toallas y tampones”, aseguró Guirald.
Un llamado a la acción
A pesar del impacto positivo de iniciativas privadas, los expertos subrayan la necesidad de políticas públicas que garanticen el acceso universal a productos de gestión menstrual. Además, es crucial educar a la población sobre el uso de alternativas sostenibles y derribar los mitos que perpetúan la desinformación.
La lucha contra la pobreza menstrual no es solo una cuestión de higiene, sino un paso hacia la equidad y el respeto por los derechos básicos de las mujeres en Colombia.
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