Cinco años después de que el mundo se paralizara por la pandemia del COVID-19, Colombia sigue procesando sus efectos más profundos. Esta semana, la Alianza Ágora —una de las investigaciones más amplias y rigurosas sobre la emergencia sanitaria en el país— presentó sus conclusiones sobre cómo el sistema de salud respondió, falló y aprendió durante la crisis.
Liderado por la Pontificia Universidad Javeriana y con el respaldo del Ministerio de Ciencias, el proyecto congregó a más de 60 investigadores de instituciones como la Universidad de los Andes, la Universidad del Rosario, la UIS, el IETS y la Cuenta de Alto Costo (CAC). El trabajo duró más de 30 meses y se dividió en cinco líneas de análisis: desde modelamiento epidemiológico hasta evaluación del impacto económico del cáncer.
Una de las principales conclusiones del informe se centra en las enfermedades de alto costo, como el cáncer. Durante los momentos más críticos de la pandemia, el acceso a servicios de tamizaje y diagnóstico temprano cayó drásticamente. En particular, los casos de cáncer de próstata y linfomas disminuyeron no por menor incidencia, sino por falta de detección. “Muchos casos no se diagnosticaron a tiempo, lo que derivó en una mayor mortalidad”, afirmó Ana María Valbuena, directora médica de la CAC, durante la presentación de resultados.
La desigualdad también se agudizó. Las personas afiliadas al régimen subsidiado tuvieron menos acceso a servicios y llegaron a consulta en etapas más avanzadas, especialmente en casos de cáncer gástrico, colorrectal y prostático. Para Valbuena, esto demuestra que “todo plan de preparación ante emergencias debe incluir estrategias diferenciales para las poblaciones más vulnerables”.
Pero no todo fue negativo. Algunos programas, como el de hemofilia, demostraron una sorprendente capacidad de adaptación gracias al enfoque en tratamiento domiciliario y autoadministración. Durante la pandemia, el uso de estos esquemas aumentó un 17 % y el abordaje integral creció un 20 %.
En el frente económico, el análisis realizado por Daniel Medina, exinvestigador del IETS, reveló que entre abril y junio de 2020 las atenciones oncológicas se redujeron hasta en un 64 %, mientras que la mortalidad por algunos tipos de cáncer aumentó hasta un 55 %. La consecuencia: un incremento del 30 % en el gasto medio por paciente oncológico y del 70 % en el gasto agregado para seis tipos de cáncer.
Según Medina, el país necesita garantizar continuidad en la atención médica durante futuras emergencias, descentralizar la red oncológica y mejorar los sistemas de información. “Sin datos en tiempo real, el sistema actúa a ciegas y llega tarde”, advirtió. Publicado en la revista Pesquisa Javeriana, el trabajo de la Alianza Ágora va más allá del análisis: propone una hoja de ruta para fortalecer el sistema de salud colombiano ante futuras crisis.