¿Cuál es el límite más difícil de poner en una relación equilibrada? Experto explica
El psicólogo y neuropsicólogo David Bonilla explicó por qué las relaciones no pueden medirse en mitades perfectas y los mitos que siguen marcando la vida en pareja.
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Durante décadas, la cultura popular nos enseñó que una buena relación funciona si cada quien “pone su mitad”. Que el amor verdadero es encontrar la media naranja, dividir tareas en partes iguales y mantener una especie de contabilidad emocional y doméstica. Pero, según el psicólogo y neuropsicólogo David Bonilla Macías, esta creencia no solo es imprecisa: es una de las principales causas de frustración en la convivencia.
Bonilla explica que la idea del 50/50 surgió de asumir la vida en pareja como una transacción. “Pensar en mitades supone que ambos pueden dar el 100% todos los días para aportar su 50. Eso es imposible en la vida real”, afirma. Para él, ese mito desconoce algo elemental: las personas no somos iguales, no vivimos lo mismo y no podemos ofrecer lo mismo en todo momento.
A ese imaginario se suma el de la media naranja. Esa promesa de encontrar un complemento perfecto —el alma gemela— ha sido, según Bonilla, una gran distorsión en la forma en que entendemos el amor. “La media naranja no existe. Hemos tenido varios ‘amores de la vida’ según nuestro ciclo vital. A los 12, a los 20, a los 40, cada amor se construye distinto”. Esperar que una relación funcione bajo conceptos románticos rígidos —más que bajo acuerdos reales— termina generando expectativas imposibles de cumplir.
Uno de los puntos que más tensión genera es la idea de justicia dentro del hogar. Muchas parejas asumen que si una persona aporta dinero, la otra compensa con tareas domésticas; sin embargo, cuando esos acuerdos no se hablan explícitamente, aparece lo que Bonilla llama carga mental asociada a la percepción de injusticia. Es esa sensación de “yo ya puse lo mío, tú deberías hacer lo otro”, aunque nunca haya existido una conversación clara sobre roles, tiempos o capacidades.
La convivencia hace que esas diferencias se vuelvan más evidentes. Horarios distintos, ritmos opuestos, formas de ordenar, maneras de relacionarse con el descanso o la rutina. Nada de eso se resuelve con la idea de una división perfecta. “Entre más conversaciones tengamos, más fácil es convivir. El problema es que muchas parejas van diciendo ‘vamos viendo’ y lo que pasa es que, cuando se acumula el malestar, se deja de mirar al otro con empatía”, explica.
Incluso los acuerdos financieros, uno de los temas más evitados, requieren realismo. Hablar de cuánto gana cada uno, qué metas tienen como pareja, qué gastos puede asumir cada quien y cómo se equilibran las diferencias es, para el psicólogo, una conversación obligatoria. “No hablar de dinero es lo que genera problemas. Los acuerdos deben basarse en capacidades, no en números iguales. Si uno gana menos y aporta un porcentaje mayor, está dando más esfuerzo que quien aporta la misma cifra ganando diez veces más”, aclara.
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A esto se suma un punto clave: el amor no es suficiente y no debería ser una afirmación pesimista sino una invitación a la responsabilidad. El amor, dice Bonilla, necesita sostenerse en acuerdos, acciones cotidianas y decisiones conscientes. Idealizar la idea de que “el amor todo lo puede” ha llevado, incluso, a justificar dinámicas dañinas. “Cuando romantizamos todo, dejamos de poner límites y de comunicarnos. Una relación sana no es la que no tiene conflictos, sino la que logra conversar, discutir con respeto y llegar a acuerdos”.
Para Bonilla, la respuesta es concreta: equilibrio no es simetría, es posibilidad. Cada persona puede dar lo que está en su alcance según su momento vital, su salud, sus recursos, su energía o sus responsabilidades. Es que los acuerdos existan, se nombren, se revisen y se ajusten. Es entender que habrá días en los que uno dará más, y otros en los que será al revés.
Pero, sobre todo, hay que mantener un elemento que, para el experto, sostiene cualquier vínculo: la compasión. “El día que se pierde la compasión en pareja, empacar y hasta luego. La compasión permite entender al otro, ajustar expectativas y decidir juntos cómo construir la relación cada día”.
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Las relaciones no se parten en dos, se construyen a partir del diálogo, la flexibilidad y la conciencia de que amar también implica negociar y revisar los acuerdos que sostienen la vida compartida.
Escuche la entrevista completa aquí: