En su mensaje dominical, el pastor Andrés Corson advirtió sobre el impacto espiritual y emocional que tienen nuestras palabras y las conversaciones que permitimos en nuestra vida. Basado en 1 Corintios 15:33 —“Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”— recordó que el habla refleja el estado del corazón.
“De la abundancia del corazón habla la boca”, citó de Mateo 12:34, subrayando que la queja, la crítica y el lenguaje sucio no son simples hábitos, sino señales de heridas internas que necesitan ser tratadas. Corson afirmó que muchos creyentes “siguen en su desierto por la murmuración”, e invitó a permitir que Dios transforme lo que hay dentro para que cambie lo que sale de nuestra boca.
A lo largo de la prédica, Corson presentó a Jesús como el modelo perfecto de conversación sana: sin quejas, sin manipulación, sin mentira ni crítica destructiva. “Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63), recordó el pastor, destacando que cada encuentro de Jesús con las personas —desde Nicodemo hasta la mujer samaritana— edificaba, corregía con amor y llenaba de esperanza. Jesús no sexualizó sus palabras ni usó el lenguaje para herir, por lo que Corson instó a los jóvenes a huir de conversaciones que buscan estimular sexualmente: “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”, enfatizó, llamando a proteger el corazón y la mente.
Finalmente, Corson resaltó que Jesús hablaba con autoridad, no solo por lo que decía, sino porque vivía lo que enseñaba. Citó Marcos 1:22 —“la gente quedó asombrada porque enseñaba con verdadera autoridad”— para recordar que la integridad también se revela en la manera en que hablamos y cumplimos lo que prometemos.
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