Playa del Muerto, la historia detrás de una de las bahías más visitadas en Santa Marta
Un rincón del Parque Nacional Natural Tayrona que combina leyenda ancestral, aguas de ensueño y un trayecto que es parte del viaje.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Playa del Muerto en Santa Marta es conocida por muchos viajeros como Playa Cristal: ese rincón de arena blanca y mar transparente que aparece como postal del Caribe colombiano, pero antes de que se impusiera el nombre “Cristal”, la bahía fue conocida justamente como Playa del Muerto, un título que remite a sus raíces indígenas y prácticas ceremoniales que hoy se vislumbran entre sombra, coral y reflejo.
La historia es parte del encanto. Según registros del parque, la bahía formaba parte de zonas rituales de los pueblos Tayrona, en las que se enterraba a los muertos o se realizaban ceremonias vinculadas al ciclo de la vida y la muerte, de ahí su nombre original.
Con el paso del tiempo, y en especial desde que el turismo nacional creció, se adoptó el término “Playa Cristal” para resaltar el tono turquesa del agua y quizá suavizar la lectura simbólica del otro nombre.
Hoy, llegar a Playa del Muerto es llegar al corazón de la naturaleza, al interior del Parque Nacional Natural Tayrona. El trayecto se desarrolla por carretera hasta el sector de Neguanje, y luego una corta travesía en lancha de unos 10 a 15 minutos sobre la bahía apartada.
Durante el camino, la vegetación del bosque seco tropical se curva sobre caminos y la brisa salina anticipa lo que verá: esa mezcla de mar, montaña y silencio que domina esta playa.
La experiencia arranca al desembarcar. La lancha atraca en una pequeña orilla de arena clara, y al alzar la mirada se ve el verde intenso de los cerros que enmarcan la bahía.
No hay construcciones invasivas, solo tableros de madera, hamacas bajo el follaje, y algún restaurante sencillo donde comer pescado fresco con arroz de coco.
El mar invita: transparente, tranquilo, salpicado aquí y allá por corales visibles desde la superficie. Es el escenario perfecto para el snorkel, para flotar en calma o simplemente para leer al sol y escuchar cómo respira el Caribe.
Publicidad
Caminar hacia los costados de la playa permite descubrir ribetes escondidos: rocas redondeadas por el agua, manglares rastreros que se asoman, zonas sombreadas bajo almendros costeros que invitan al letargo.
Se puede hacer picnic, llevar frutas tropicales, conversar en voz baja para que el ecosistema no resienta. El almuerzo, ofrecido en uno de los locales de madera junto al mar, sabe diferente: el sabor del pescado se entrelaza con la sal, el ruido del oleaje y la historia silenciosa que acompaña.
Antes de regresar, el visitante se permite un último chapuzón. El sol, comenzando a decaer, pinta el cielo de tonos más suaves; el agua, aún tibia, refleja nubes dispersas. Y en el retorno en lancha hacia Neguanje, se siente que el nombre original, “del Muerto”, era en realidad un anuncio: muerte al ruido, muerte a la rutina, y renacimiento en el eco del paraíso.
Ir temprano: entre 8:00 y 9:00 de la mañana es el momento ideal para usar la lancha desde Neguanje antes de que la bahía se llene.
Publicidad
Llevar equipo de snorkel, porque los corales están cerca de la orilla y se disfrutan bien sin necesidad de buceo profundo.
Calzado de agua y bloqueador biodegradable, para respetar el ecosistema del parque.
Agua y algo ligero para picar: aunque hay restaurantes y se recomienda apoyar al comercio local.
Dejar tu huella solo en la memoria: no llevarse arena ni conchas, y recoger tus desechos.
Visitar Playa del Muerto no es sólo un día de playa; es encontrarse con la memoria de una costa, con el murmullo de los antiguos rituales, con la visión del mar que fue testigo de vida, muerte y de una belleza que persiste. Y todo en Santa Marta, al filo del Tayrona, donde cada ola cuenta una historia.