Recibir una llamada de sus amigos que preguntaban si podían rematar la rumba en su casa fue el detonante para que Gabriel Jaime Bedoya perdiera su computador, tarjetas dinero y objetos de valor que tenía en su residencia en el Valle de Aburrá.
Según cuenta el abogado, de 27 años, tres de sus amigos estaban de rumba en Bello y le preguntaron si podían ir con otras tres amigas para seguir festejando. Él no le vio problema porque es una costumbre que tiene con las personas cercanas.
Los recibió pero nunca se imaginó cómo terminaría la noche: "Sin quererlo, por así decirlo, entablaron una amistad con estas tres chicas en un estadero de Bello y me las llevaron a la casa, pero las chicas sí tenían esta mala intención de drogarnos, de reducir nuestra voluntad para hacer su cometido que era robar", cuenta Gabriel Jaime.
Mientras celebraban empezaron a sentirse extraños, al punto que dos de sus amigos decidieron irse y se quedó con la otra amiga en su casa.
Las tres jóvenes que llevaron sus amigos se dividieron, una acompañó a los dos que se fueron y las otras dos se quedaron con Gabriel Jaime y su amiga, pero ya era tarde, los cuatro estaban bajo el efecto de la escopolamina que les habían suministrado, efectos que aún no han pasado para todos.
"Esta es la hora que todavía seguimos resentidos por lo que nos suministraron, por los efectos de la escopolamina; a veces con náuseas, mareos y yo, en ese estado, los vecinos se percatan de que me estoy subiendo una reja, me caigo en unas escaleras sufro un accidente en la columna y en la lumbar", explica el joven abogado.
A los amigos de Gabriel Jaime no les robaron, pero a él sí. Ahora rastrean los videos de seguridad y números telefónicos para aportarlos como pruebas en la denuncia que interpusieron ante la fiscalía contra las tres mujeres.
Este caso se suma los últimos conocidos en los que incluso, ya una banda de 7 mujeres trans y una cisgénero tendrán que pagar de 9 a 10 años de prisión por recurrir a la misma práctica con extranjeros en El Poblado.
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