
La directora del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, Ideam, Ghisliane Echeverry, ha anunciado que el fenómeno de El Niño está en proceso de debilitamiento, preparándose para dar paso al fenómeno opuesto, La Niña. Este cambio, según Echeverry, está siendo notablemente rápido, con un enfriamiento acelerado de los océanos que apunta hacia una transición hacia La Niña durante el segundo semestre de este año.
Esta situación ha generado preocupación entre los expertos, ya que, una transición tan veloz no es común, siendo la última vez que se observó un caso similar en 2011. Según las palabras de Echeverry, "estamos en un marco climático que se viene dando desde el año pasado. Llevamos trece meses consecutivos con los océanos calientes y se llevan once meses consecutivos en el mundo, rompiendo récords en cuanto a la temperatura del aire".
A pesar de este cambio, se espera que los meses de mayo y junio registren lluvias dentro de los promedios habituales en gran parte del territorio colombiano. Sin embargo, con la posible llegada de La Niña en julio, se anticipan lluvias por encima de lo normal, aunque la situación no será uniforme en todo el país.
En respuesta a esta situación, la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, instó a los responsables de la gestión del riesgo, así como a alcaldes y gobernadores, a implementar de inmediato medidas para hacer frente a esta situación. Muhamad enfatizó la necesidad de actuar ante la perspectiva de un escenario donde la mitad del país esté en riesgo de experimentar lluvias excesivas, mientras que la otra mitad enfrenta amenazas de escasez de lluvias. La funcionaria destacó que este momento es crucial para llevar a cabo todas las preparaciones necesarias.
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Según las predicciones climáticas para julio, se espera que la mitad norte del país experimente un aumento en las precipitaciones, impactando principalmente las regiones Pacífica, Caribe y Andina. En contraste, se prevé que las regiones del sur, como la Orinoquía y la Amazonía, experimenten déficits de lluvia, lo que podría afectar la disponibilidad de agua para actividades agrícolas y abastecimiento urbano.
Esta disparidad climática podría tener consecuencias significativas, como mantener déficits de agua en sistemas como el de Chingaza , que dependen del régimen pluviométrico de la Orinoquía y que abastecen de agua a Bogotá, según advierte Echeverry. La situación climática en los próximos meses requerirá una atención cuidadosa por parte de autoridades y ciudadanos para mitigar sus posibles impactos, incluyendo medidas de adaptación y gestión de riesgos.