Han pasado más de cuatro décadas desde que los primeros soldados colombianos llegaron al desierto del Sinaí para integrarse a la Fuerza Multinacional de Paz y Observadores. Desde entonces, el país ha mantenido una presencia constante en esta misión única, creada para vigilar el cumplimiento del acuerdo que puso fin a los enfrentamientos entre Egipto e Israel. Hoy, ese compromiso se renueva con la salida del centésimo vigésimo sexto relevo.
En esta ocasión, 136 militares, 10 oficiales, 20 suboficiales y 106 soldados, emprendieron su despliegue tras más de seis meses de preparación especializada. No es un reto menor: los separan más de 11.500 kilómetros de su hogar y los espera un año de operaciones en uno de los terrenos más complejos del planeta, donde las temperaturas extremas y el aislamiento son parte del día a día.
La ceremonia de despedida se realizó en el Campo de Paradas de la Escuela de Artillería General Carlos Julio Gil Colorado. Desde allí, el Batallón Colombia N.° 3 fue despedido por el mayor general Erick Rodríguez Aparicio, segundo comandante del Ejército, en un acto sobrio que destacó la tradición y el profesionalismo de las tropas que representan al país en misiones internacionales.
Una vez instalados en la península del Sinaí, los militares colombianos asumirán la seguridad perimétrica del Campo Norte, en la Zona C, un sector de aproximadamente 4.400 kilómetros cuadrados. También protegerán las instalaciones del cuartel general de la misión y realizarán labores de verificación para garantizar que se cumplan las disposiciones del tratado de paz que Egipto e Israel pactaron hace más de cuarenta años.
Además de custodiar un territorio históricamente disputado, las tropas deberán reportar cualquier movimiento que pueda afectar la estabilidad en la zona. Este trabajo, discreto pero clave para la seguridad regional, ha convertido a Colombia en un actor confiable para la Fuerza Multinacional, que destaca la capacidad operacional y la disciplina del personal enviado por el país.
El nuevo relevo viaja con la responsabilidad de mantener una reputación construida a lo largo de décadas y con la misión de seguir demostrando que la preparación recibida en la Escuela de Misiones Internacionales y Acción Integral se traduce en resultados que otros ejércitos reconocen y valoran en el terreno.