El hijo que volvió al mar: el infante que cerró su vida militar navegando en buque como su padre
Desde niño escuchó historias del ARC Almirante Padilla, el buque donde sirvió su padre. Décadas después, y contra todo pronóstico para un infante de marina profesional, Luis Cely II culminó su carrera a bordo del ARC Gloria, llevando en el pecho su nombre como homenaje y en el bolsillo el ancla que heredó de su héroe.
En el mar los nombres pesan diferente. Algunos se heredan, otros se conquistan. Y en el caso del dragoneante de Infantería de Marina Luis Cely II, su nombre es un faro emocional que lo ha guiado desde niño. “Cely Segundo es un homenaje, un reconocimiento que le hago a mi padre. Él también fue miembro de la Armada, tripulante del buque insignia de esa época, el ARC Almirante Padilla, que cumplía funciones de buque escuela”.
Ese legado familiar trazó el rumbo de una vida. Su padre, encargado del área de máquinas, le mostró de niño fotos en blanco y negro que terminaron marcándole el destino. “Las historias del mar, de los buques, de lo que él vivió, todo eso me enamoró de la Marina”, recuerda el infante, por lo que en 2007 ingresó a la institución impulsado por ese relato que creció entre motores, acero y nostalgia.
Tripulantes del ARC Almirante Padilla
Foto: suministrada
Cédula militar de Luis Alberto Cely
Foto: suministrada
Un infante en un buque donde casi nunca hay infantes, el ARC Gloria
Estar embarcado en el ARC Gloria no es algo común para un infante de marina profesional. De hecho, es prácticamente imposible. Pero su historia tiene giros que solo se explican con disciplina, trayectoria y un poco de destino. “Me siento orgulloso y agradecido. De más de cuarenta y dos mil hombres y mujeres de la Armada, tengo el privilegio de ser tripulante del buque escuela ARC Gloria”.
Llegar ahí implicó años de servicio en tierra y río, enfrentando las realidades más duras del país. “Trabajé a lo largo y ancho del territorio nacional, fortaleciendo lazos con la población civil y dejando en alto la imagen institucional. El mando superior decidió que mi carrera debía cerrar con broche de oro aquí”.
Este es su último embarque. Y lo sabe. “Ha sido una experiencia única, extrema, espiritual, familiar y laboral. Con este crucero cierro mi ciclo como militar y me convierto en un ciudadano que siempre trabajará por los hombres y mujeres de la Armada”.
Los fantasmas que navegan con él
El camino para llegar al Gloria estuvo lleno de silencios pesados, de experiencias que marcan para siempre. “Estuve en varias operaciones militares donde compañeros no tuvieron la fortuna de reunirse nuevamente con su familia”, dice con voz firme. Los recuerdos son duros: emboscadas, campos minados, artefactos explosivos improvisados. Historias que no se olvidan.
Una lo acompañará toda la vida:
Ver morir a un compañero en mis brazos… eso marca. Ver cómo sus sueños se truncan es algo que queda en el corazón y se convierte en motivo para seguir adelante, para seguir trabajando por lograr la paz
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El mar que une y separa a una familia
Este crucero también coincidió con una fecha que mueve fibras profundas: el cumpleaños número cinco de su hija. “Nació en pandemia, cuando no había mucha esperanza por la situación médica de mi esposa. Dios es grande, y pude ser padre ese día. Hoy cumple cinco años”, dice con una mezcla de orgullo y nostalgia.
La despedida antes de zarpar fue de película. “La parte más difícil para un marino es separarse de la familia. Ver cómo el buque se aleja, cómo las lágrimas caen, duele, pero también llena de orgullo. Esta despedida no la olvidaremos nunca, porque es mi último embarque”.
Dragoneante de Infantería de Marina Luis Cely Segundo
Foto: suministrada
El padre que lo soñó antes que él
Hoy su papá tiene 91 años. Pocos pueden ver a su padre llegar a esa edad. Y pocos pueden darle un regalo como este, revivir su historia en el buque insignia, embajador de Colombia en los mares del mundo. “Mi padre siempre me dijo que yo era su hijo abanderado, el único que siguió sus pasos. Cuando le dije que venía al Gloria, lloró. Me regaló su ancla, con la que navegó varios años, y me pidió que volviera a llevarla a los puertos donde él estuvo”.
Tripulante del ARC Almirante Padilla
Foto: suministrada
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Cely lo está cumpliendo. Lleva el ancla consigo, como un puente entre dos épocas y dos marinos que comparten el mismo nombre y el mismo orgullo. “Él me dijo: si llego a verte pensionado, tenemos que sentarnos en un muelle a compartir las historias de toda una vida”.
La historia de Luis Cely II no es solo la de un infante de marina que llegó al buque escuela contra todo pronóstico. Es la historia de un hijo que honró a su padre navegando su legado; de un padre que ama desde la distancia; y de un mar que guarda, en cada ola, los pasos de dos generaciones que encontraron en la Armada su identidad y su propósito.