Marina Isabel Ferrer de Velásquez fue una de las víctimas del holocausto del Palacio de Justicia. Era una ama de casa y el 6 de noviembre de 1985 encontró la muerte cuando fue a hacer una llamada telefónica en la oficina de una de sus amigas que trabajaba en ese lugar.
Ese mismo año, lo que se creían eran sus restos, fueron sepultados en el cementerio Jardines de Paz y desde entonces sus familiares la visitaron y la lloraron en esa tumba, hasta que la Fiscalía reconoció que se había equivocado y que los restos que le habían entregado no correspondían a ella.
Ese día, mientras terminaba la zozobra de las familias de otras tres desaparecidas, Cristina del Pilar Guarín Cortés, Luz Mary Portela León y Lucy Amparo Oviedo, comenzaba otra dolorosa travesía para la familia Ferrer que emprendió una búsqueda con muy pocos datos y pocas esperanzas.
La búsqueda comenzó en una fosa, donde descubrieron que habían mezclado y confundido los restos de las víctimas, y terminó en el 2015 con un hallazgo sorprendente: uno de sus pies, el cual bastó para identificarla plenamente.
Pero el solo hallazgo no fue suficiente y solo hasta este ahora, siete años después, la Fiscalía entregada sus restos en Cartagena el donde viven sus hijos.
Allí estará Sofía Velásquez, que tenía 22 años cuando ocurrieron estos dolorosos hechos, que hoy, 37 años después, los revive.
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“Es vivir esto de nuevo y todo va ser como si ella muriera de nuevo”, dijo Velásquez.
Un nuevo capítulo en el libro doloroso de la guerra por el que siguen quedando más preguntas que respuestas para las víctimas, y deudas judiciales de quienes provocaron la muerte y desaparición de civiles; una tragedia por la que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado por una tragedia iniciada por el grupo guerrillero M-19 y con excesos de la fuerza pública que entró a recuperara el Palacio.
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