Germán Santamaría, el periodista que mostró al mundo a Omaira: "No quise verla morir"
El periodista fue testigo de la agonía de Omaira Sánchez, la niña que se convirtió en símbolo de la tragedia de Armero, ocurrida el 13 de noviembre de 1985.
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El periodista Germán Santamaría, desde las páginas de El Tiempo, narró al mundo la historia de Omaira Sánchez, la niña que permaneció atrapada durante tres días bajo los escombros tras la tragedia de Armero en noviembre de 1985. Cuatro décadas después, Santamaría recordó en una entrevista con Néstor Morales en Mañanas Blu aquel cubrimiento que transformó su vida y se convirtió en una de las crónicas más estremecedoras del país.
“Yo no quise verla morir”, confesó Santamaría, conmovido, al recordar los últimos instantes de Omaira.
El 13 de noviembre de 1985, el volcán Nevado del Ruiz hizo erupción y arrasó con el municipio tolimense de Armero: dejó más de 23.000 víctimas. Para entonces, Germán Santamaría ya era un reportero experimentado. Había cubierto guerras y terremotos internacionales, pero ninguna tragedia lo marcaría tanto como esta.
“Yo salí del periódico El Tiempo esa noche, y a las cinco y media de la mañana un helicóptero me recogió en Niza. Desde el aire vi que Armero había desaparecido del mapa”, relató. El periodista, oriundo del Líbano (Tolima), conocía bien la región. Su infancia transcurrió en esos pueblos cafeteros y areneros, llenos de vida, que desaparecerían bajo toneladas de lodo y piedra. “Era el pueblo más vital del Tolima”, recordó. Al llegar a la zona, lo primero que encontró fue un paisaje desolador: “Vi cuerpos desnudos que emergían del barro, gente que pedía auxilio. Fue como una escena de película de horror”.
Fue el viernes 15 de noviembre, dos días después de la avalancha, cuando Germán Santamaría halló a Omaira Sánchez. “Un hombre me dijo: ‘Aquí cerca hay una niña atrapada’. Caminamos entre el lodo hasta que la vimos”, narró. La niña, de 13 años, permanecía aprisionada por los restos de su casa, con el agua al pecho.
“Solo le pregunté cómo se llamaba. Me dijo: ‘Omaira Sánchez’. No quise hacerle más preguntas, porque cualquier pregunta sería una canallada”, recordó Santamaría. Durante horas, observó cómo los socorristas intentaban sin éxito liberarla. “Pedían una motobomba para sacar el agua, pero era como intentar vaciar el mar”, dijo. Aun así, el periodista regresó a Bogotá decidido a conseguir una. Incluso le pidió al entonces subdirector de El Tiempo, Juan Manuel Santos, que lo ayudara: “Le dije, ‘vaya a conseguir una motobomba’. Y la consiguió”, relató entre risas y nostalgia.
El sábado por la mañana, Santamaría volvió a Armero con la motobomba. Pero al llegar, comprendió que ya era demasiado tarde. Omaira estaba exhausta, apenas podía hablar. “Cuando vi que se estaba deteriorando, el médico me dijo: ‘Se va a morir’. Yo le respondí: ‘No quiero verla morir’, y me alejé unos metros”, relató con voz entrecortada.
“Yo no soy Dios, ni soy médico. No podía decidir si amputarle las piernas. Solo dije: ‘Suéltenla’”, contó el periodista. Omaira murió pocos minutos después, frente a los socorristas y periodistas que intentaban salvarla. Santamaría, junto al fotógrafo Carlos Caicedo, la cubrió con piedras y escombros. “Lloramos los dos. Fue el periodismo más duro que he hecho en mi vida”, confesó.
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La crónica publicada en El Tiempo dio la vuelta al mundo. Las fotografías de Jorge Parga y las palabras de Santamaría se convirtieron en símbolo de la tragedia y en un llamado global a la solidaridad. Los diarios de Europa, Asia y América reprodujeron el relato.
Yo sabía que era una historia universal. Lo supe desde el momento en que vi a la niña
Cuarenta años después, la imagen de Omaira Sánchez continúa viva en la memoria colectiva. Su serenidad, su fe y su valentía en medio del dolor transformaron a la niña en un emblema de resistencia humana. Para Germán Santamaría, aquel cubrimiento fue más que un ejercicio periodístico: fue una experiencia que lo marcó para siempre.
“Pensé en mi hija, que tenía casi la misma edad. Lloré mucho después, no allá, sino en mi casa. Me quité la ropa cubierta de barro y sangre, y lloré al verla dormir”, recordó. Hoy, Santamaría es considerado uno de los grandes cronistas del periodismo colombiano, autor de obras memorables y testigo de los momentos más duros del país. Pero ninguna historia, dice, ha tenido el peso emocional de aquella niña de Armero.
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Ella fue una heroína. Nació allí, luchó allí y murió allí. Tenía que quedarse allí