Hay frustración y dolor en el corazón de los dos; pero
entienden que la mejor decisión es la separación
, por eso con lágrimas en los ojos pero con la certeza de estar haciendo lo correcto toman la decisión de separarse. Muchas veces tuve que presenciar esta experiencia en el ejercicio de mi ministerio.
Así como muchas veces
fui testigo de la unión de dos ilusionados
seres humanos, también me encontré con rupturas de todo tipo: desde las cordiales, las agresivas y las impuestas por situaciones que se había vuelto inmanejables.
La pandemia ha acrecentado esta experiencia, de hecho, según la S
uperintendencia de Notariado y Registro
en los primeros 8 meses del 2021 mientras dos parejas decidieron casarse una decidió divorciarse, en este tiempo se presentaron 16.657.
Unos de los grandes damnificados de esta experiencia, son los hijos, especialmente cuando quedan en la mitad y equivocadamente son usados como armas de ataque o como objeto de manipulación o negociación.
Algunos en medio de su desesperación
terminan dañando a sus hijos por desquitarse
con la pareja o simplemente no saben manejar la ruptura.
Por eso me emocionó que el
Papa Francisco
en el día de ayer en su carta con motivo del año dedicado a la "La familia Amoris laetitia”, a los cinco años de la publicación exhortación apostólica, manifestara su cercanía y afecto con los personas que han vivido experiencias de rupturas de su relación de pareja, sin juzgarlos y hacerlos sentir culpables sino entendiendo las manifestación de la condición humana, pero más aún en que fuera explicito en invitarlos a no usar ni a causarles más dolor a los hijos y buscar la ayuda idónea que les permita seguir adelante.
Exactamente el Papa dice: “Aun así, no dejen de buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos”.
Una exhortación para todos aquellos que están atravesando el
quiebre definitivo de su relación
, por su bienestar y el de todos los involucrados, es necesario, vivir procesos de perdón, de ese perdón que “que sana toda herida” y que no siempre significa reconciliación. Las rupturas exigen inteligencia y amor. Inteligencia para gestionar las emociones, construir las mejores condiciones a futuro y amor para no olvidar todo lo bueno que han vivido.
Hay vida después de la separación.