
Roma respira distinto cuando se acerca un cónclave. El aire se vuelve más denso, como si cada piedra del Vaticano supiera que está a punto de escribirse una página crucial de la historia. La Capilla Sixtina ya se prepara: techos que han visto siglos de plegarias, de dudas, de elecciones, volverán a ser testigos del misterio del espíritu.
Los cardenales llegan en silencio, pero el mundo murmura nombres con esperanza y ansiedad. Porque lo que está en juego no es solo una figura: es un estilo, una mirada, un modo de escuchar los dolores de este tiempo.
- Pietro Parolin, 70 años, con su experiencia diplomática, representa la continuidad, la prudencia que dialoga sin levantar la voz.
- Peter Erdö, intelectual húngaro de 72 años lleva en su rostro el rigor y la claridad de quien piensa la fe con estructura.
- Antonio Tagle, 67 años, filipino de alma alegre, carismático, soñador, con los pies en las periferias y el corazón en la misión. Un gran comunicador.
- Matteo Zuppi, 69 años, italiano cercano, callejero de la misericordia, que predica con hechos y camina con los que lloran.
- Fridolin Ambongo, 65 años, africano con voz profética, que clama justicia desde el dolor de su pueblo. Es conservador, estuvo en contra de la doctrina de Fiducia Suplicante y no la permitión en el continente africano.
- Peter Okpaleke, 62 años, símbolo de reconciliación, resiliente ante el rechazo, testimonio de que el perdón es posible. Nigeriano conservador.
- Y el español Salesiano Ángel Fernández pro-prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica desde 2025.
Cada uno lleva una historia, un continente, una sensibilidad. Cada uno representa un posible rumbo para una Iglesia que ya no puede encerrarse, que debe escuchar más que dictar, acompañar más que señalar.
Y mientras el mundo especula, en el interior de la Sixtina habrá oración, habrá conciencia del peso, habrá corazones que tiemblan al pensar que el llamado puede ser para ellos.